Medio: El Día
Fecha de la publicación: lunes 11 de diciembre de 2017
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Es que, si nos atenemos a que democracia, según la más elemental de sus nociones, es un “sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes”, convendrán conmigo, que hace varios años atrás y precisamente por obra del régimen, aquel sistema aquí ya no existe. Así, la soberanía del pueblo ha sido sistemáticamente desconocida hasta con burdos pretextos, piense por ejemplo en el 21F, las dos “elecciones” populares de Magistrados convertidos en MASistrados nulos y, lo que es peor, el pueblo no controla efectivamente a sus gobernantes que le meten no más, por encima de sus propias leyes y hasta su CPE. Tampoco, puede elegir efectivamente a sus gobernantes. Prueba de ello es que el actual régimen, detenta inconstitucionalmente el poder, producto de otra “interpretación” de su Tribunal, que reincidió en su impronta sobera-nicida.
El panorama es aún peor, si nos atenemos a concepciones algo más profundas cuando a lo anterior, se añade, partiendo de la necesaria diferencia entre votar y elegir, que la democracia implica también el respeto de los Derechos Humanos de todos los ciudadanos, especialmente frente al poder estatal (administrado por el régimen). Aquello, en Bolivia, pese a una cantidad importante de leyes, organismos y empleados, sencillamente no se cumple, fundamentalmente otra vez, cuando se trata de limitar el poder del régimen, para salvar al ciudadano. GARCÍA LINERA lo escribió: El estado nunca pierde y, especialmente el Judicial, pasando por la Fiscalía, Policía y hasta Defensoría del Pueblo, obedecen cobarde y ciegamente esa orden, privilegiando y protegiendo a la administración que es el régimen, que así las cosas, tienen carta azul para aplicar la “Doctrina Morales”, como siempre, en perjuicio del ciudadano.
Otro elemento constituye por supuesto la posibilidad efectiva (que produzca efectos), del soberano para cambiar a sus gobernantes y representantes de manera pacífica y sobre todo, con base a la alternancia entre diversas posturas. No valen aquí por tanto, elecciones a la cubana, con candidatos únicos de la misma línea, sino exactamente lo contrario y por supuesto, regidas por árbitros independientes de las partes en liza, de forma que procedan imparcialmente.
Un detalle, no menos importante de aquel sistema (disculpen que se me salga el penalista) es no sólo el respeto de los DDHH de todos, sino en el ámbito de la justicia y la administración, el respeto de la macro garantía del Debido Proceso, tanto en su faceta procesal, como substantiva, que huye de actos de poder arbitrarios, desproporcionados e irrazonables. En paralelo, no el único pero un elemento determinante constituye el ejercicio de la libertad de expresión, de forma que ninguna persona pueda temer o ser castigada por el estado, por lo que piensa, piense lo que piense.
No tengo más espacio, pero se cae de maduro: todo lo anterior funciona sólo si existe efectiva separación de poderes u órganos siguiendo la nomenklatura del pluri. A esta altura del presente análisis imposibilitado de exhaustividad, supongo que cualquier pensante habrá concluido fácilmente que democracia es lo que menos tenemos, más allá que vayamos reiteradamente a votar, pero no a elegir e incluso, que cuando lo hacemos, aparecen sobera-nicidas adictos al régimen que sin la menor vergüenza, se pasan por el orto la voluntad del soberano. Es que: “Cada vez que una democracia fracasa, alumbra un déspota”. Lo dice Ernesto VELIT GRANDA