Medio: La Razón
Fecha de la publicación: miércoles 21 de noviembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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— Hace dos años anunciaba en La Razón que ya no se repostularía, que no sería candidato. Ahora cambió de opinión. Pareciera que fue un No pero Sí...
— Fue una buena decisión fundada en que había que dejar al Presidente en la libertad de que buscara un nuevo acompañante en función de las necesidades del proyecto y porque quería ayudar en la formación de cuadros. En este tiempo se dio un debate en algunas organizaciones, se planteó que una mujer o un obrero acompañen al Presidente, y no lo vi como un desplante. Y no hice ningún trabajo proselitista en el interior de organizaciones y cada vez que me preguntaban, decía que tomé una decisión...
— Pero ojo, participó en proclamaciones...
— Pero del Presidente... Y resulta que en este último año, en la medida en que se reconfigura el escenario político, que se plantea la candidatura de Carlos Mesa, que se comienzan a rearticular fuerzas conservadoras, con un ataque despiadado contra el Presidente, muchas veces marcado por el racismo, con un renacimiento de viejos discursos que pensábamos que habían sido erradicados en lo político desde 2008… fue la misma Central Obrera Boliviana (COB), algunos sindicatos que volvieron a plantear mi nombre.
— Usted dijo que el Presidente aceptó su decisión de 2016...
— Me reuní con él, le comuniqué mi decisión, le pedí que escoja un candidato que permita ampliar la base de alianzas... Y me respondió que lo que pasa en el debate de confederaciones como la COB es que se me necesita para dar esta batalla. Y me pidió que lo piense. Incluso los compañeros de la COB se reunieron conmigo para decirme que reflexionaron y consideraron que en estos momentos en que hay una derecha que se reorganiza y que quiere hacer retroceder al país, hay que dar una batalla con la fuerza y cohesión necesaria. Si creen que para impedir eso yo puedo contribuir, entonces adelante.
Un gobierno de derecha va a llevar a Bolivia a lo que viven otros países de derecha en la región. Y me resisto a quedar al margen de la batalla. Habíamos calculado que la confrontación no iba a ser tan intensa, que sería como en la elección de 2014, cuando la polarización fue atenuada. Esta elección será bastante polarizada, entre avance y retroceso, transformación y regresión, estabilidad y desastre.
— Al parecer, el MAS percibe una batalla difícil, con números apretados, y por ello ratifica su binomio, su mejor carta...
— Es una batalla más polarizada, como un retorno a 2009 en cuanto a tensionamiento de fuerzas...
— Se oye como que se quiere otro ‘desempate’
— El “empate catastrófico” se dio entre 2003 y 2008. La elección de 2009 tenía el efecto del desempate porque había una sociedad polarizada. No hay empate porque no hay otro proyecto de país alternativo, lo que hay son candidatos alternativos. Hay empate catastrófico cuando la gente elige entre dos opciones de economía, de Estado, de sociedad, y aún no hay esa oferta alternativa.
La derecha oferta hasta ahora un debate pobrísimo sobre el país, por ello ha tenido que sacar frases como “autonomía federal”, “Estado de derecho”. Son frases y no programas de gobierno. Eso nos favorece, porque todo el debate, todavía unos cinco años más al menos, va a estar centrado a partir de los anclajes discursivos que el MAS propuso a la sociedad: plurinacionalidad, economía plural, autonomías, industrialización.
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