Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 10 de diciembre de 2017
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones judiciales
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Editorial
Lo que nos deja los resultados del 3D
Al respecto se han hecho varias lecturas: desde sumar este 50% de votos anulados –además con una insólita expresión de ironía, burla y expresión de rechazo al presidente Evo Morales- con los votos blancos y sostener que este casi 70% de votantes están en contra del MAS y de los intentos de reelección de Morales; hasta –como hicieron los jerarcas del Gobierno- evitar la lectura crítica y lanzar argumentos débiles como aquello de celebrar el “triunfo de la democracia” o evitar asumir el alto costo de estas cifras sobre la figura presidencial y los planes de repostulación.
Pero, es bueno analizar la situación con algo de distancia, ya que estos resultados nos traen lecturas indiscutibles y otras que deben ser tomadas con reserva.
Entre las primeras (las evidencias), lo cierto es que para dolorosa
resignación de los bolivianos las autoridades que acaban de ser
elegidas asumirán funciones con tan escasa legitimidad (o más) de la que
tuvieron sus antecesores. El que haya entre los elegidos exautoridades
del Ejecutivo y varias afinidades gubernamentales, solamente aumenta
esta desconfianza. Tampoco ayuda que desde el Gobierno se quiera
insistir en que son “los elegidos del pueblo”, cuando ese pueblo
prácticamente confirmó su total desconocimiento de ellos.
Estas no son buenas noticias para las esperanzas y urgencias de mejorar la administración de justicia, aunque siempre es bueno permitirse el beneficio de la duda, y nada impide (así sea pecar de ingenuidad) esperar ahora que estas personas ganadoras se apiaden de la dramática situación en que vivimos en cuanto a la justicia y se empeñen en hacer un buen trabajo, mantener independencia del poder político y no ceder a la corrupción.
En cuanto a los resultados políticos de la elección, sin duda es una llamada de atención al Gobierno y una señal de rechazo a los aprestos reelectorales que parecen haberse convertido en un fin en sí mismo para el Presidente y su entorno.
Sin embargo, se aprecia también que el voto duro del MAS y de Evo Morales no sufre los embates de este malestar ciudadano y tampoco se incomoda con las declaraciones insólitas con las que el Primer Mandatario justifica su objetivo de permanecer en el poder (como aquello de que “no quiero, pero no puedo decepcionar al pueblo”; o que en el 21F “el pueblo no se negó a su repostulación sino a que se cambie la CPE”, lo que se ha evitado con el fallo).
Con todo es difícil eludir el impacto de los últimos acontecimientos en la imagen presidencial: desde que el fallo del TCP anunció que Morales podrá ser candidato indefinidamente, no sólo recrudecieron las críticas y expresiones de rechazo en Bolivia, sino en prácticamente todos los medios internacionales importantes. Aunque el electorado “cautivo” del MAS lo ha celebrado y el Ejecutivo y otros actores afines han hecho sus mejores esfuerzos por darle un carácter de naturalidad y hasta legalidad a esta determinación, lo cierto es que para quienes rechazaron en el 21F la reelección e incluso para quienes estaban en la duda la respuesta ha sido de molestia.
Por otro lado, es imposible olvidar que aunque este acto electoral tuvo un inocultable carácter plebiscitario, no se puede considerar una victoria de oposición alguna que no sea de los ciudadanos, e incluso no se puede aventurar que ninguno de los candidatos opositores hoy conocidos pueda capitalizar a su favor este resultado. Esto no hace más que complejizar los pronósticos sobre el rumbo que tomará el país en las elecciones cuya campaña parece ser una tarea permanente y prioritaria para el país entero.