Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: lunes 11 de diciembre de 2017
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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La importancia de ser serio
Me he prestado el título de la comedia de Oscar Wilde para encabezar el artículo. Pero aún si muchos no la han visto, por lo menos el título debe hacerles pensar en la importancia de la reputación, que es un intangible pero que frecuentemente tiene mucho más valor que los bienes materiales. Ella es necesaria para los negocios, para la conducción de la política económica y, más generalmente, para la política.
El Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) tenía desde ya el pecado original de legitimidad muy precaria, con los magistrados elegidos con menos de 6% de los votos. Pero aún así, si hubiese buscado redimirse por la calidad de sus sentencias, podía haber ganado el respeto de la población. No lo hizo. La cereza de la torta de desatinos fue su decisión con relación a la reelección indefinida. Los constitucionalistas más prestigiosos del país y del extranjero la han criticado acerbamente con mucha razón.
Los resultados de la elección judicial del domingo 3 de diciembre han mostrado con gran contundencia el descontento de la población con el sistema judicial. Han mostrado, entre otros, su poca estima por el Poder Judicial que está de salida y su desafortunada decisión sobre la reelección. Los nuevos magistrados tendrán que tratar de remediar la mala imagen que han dejado el anterior TCP y los otros órganos de la judicatura, tarea que será cuesta arriba, tanto más que los votos, con los que han sido elegidos, son de menos del 18% del Padrón Electoral.
Los argumentos poco convincentes del TCP han tenido sus complementos en las argucias de Maître Pathelin del ministro Héctor Arce (el abogado Pathelin es el personaje de una farsa francesa medieval). Las justificaciones de la Presidenta de la Cámara de Diputados son también de antología: que se hubiera aplicado el resultado del 21F al dejar a la Constitución sin cambio, pero la sentencia del TCP va más allá, la deja sin efecto. Algo así como encerrar a la abuela en el ropero para que no moleste, diciendo, al mismo tiempo, que se la ama locamente. Ahora se entiende aún más por qué las autoridades susodichas se hicieron sermonear en la OEA.
La aclaración al TCP, pedida por la Presidenta del Órgano Electoral Plurinacional con relación a si el referendo del 21F es vinculante, tiene razón de ser. Sería una irresponsabilidad ignorarla.
El Gobierno apela al argumento de que es solamente la reelección indefinida la que se permite y que no es la presidencia vitalicia, porque cada cinco años habrá elecciones (¿sin falta?). Pero teniendo el presidente en ejercicio todas las palancas del Gobierno (incluyendo sus platas) a su disposición, es muy improbable que un opositor pueda llegar a la presidencia.
Se ha visto en varios países africanos que, sea dicho de paso, el presidente Morales ha manifestado su intención de imitar. Se le ha visto también en Nicaragua y recientemente en Honduras. Hay que sacar lecciones de lo que ha pasado en Honduras en estos días. ¿Le interesa al país replicar esa experiencia?
Los magistrados del TCP, al dictar su sentencia, no se han dado cuenta del grave daño que le han hecho a la credibilidad del país, crucial para nuestra inserción internacional. Los editoriales de los influyentes periódicos: New York Times, El País de Madrid y La Nación de Buenos Aires han sido muy críticos, y preludian el ambiente con el que se encontrará el reelegido sin límites presidente.
La victoria del Gobierno con la decisión del TCP es pírrica. Tendrá que lidiar con el descontento permanente de la población urbana. Las elecciones del domingo pasado ya dan una prueba de ello. Tendrá una oposición sorda, pero las aguas tranquilas suelen ser también más profundas y más peligrosas.
Por último, el Gobierno se ha estado jactando de su invento de que Bolivia es el único país del mundo que elige por el voto popular a sus más altos magistrados. Tendrá también que jactarse de que Bolivia es el único país donde los votos nulos le ganan (y de lejos) a los votos válidos. Ni Saramago en su Ensayo sobre la lucidez podía haberse imaginado que la realidad iría más allá de la ficción.
Juan Antonio Morales es ciudadano boliviano y opinador consuetudinario.