Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: miércoles 21 de noviembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Ante sus bases chapareñas, Evo Morales tuvo un lapsus de sinceridad al pedirles que lo defiendan “cuando no sea presidente”. Esta salida involuntaria del guión es una muestra de la declinante intención de voto para el MAS que debe estar siendo reflejada por las encuestas internas manejadas en el oficialismo.
Es una nueva señal de debilidad que viene a sumarse a otras anteriores, como la manifestada poco tiempo atrás por representantes del Conalcam, cuando advirtieron que “no dejarán gobernar a la oposición” si ésta llega al gobierno.
Saben que en el voto real pueden terminar perdiendo y eso los lleva a intensificar su injerencia, desde otros poderes, hacia el órgano electoral, primero para viabilizar la habilitación inconstitucional de su binomio, pero también con miras a asegurarse operadores dóciles en el conteo de sufragios.
Otro dato que salta a la vista en las declaraciones presidenciales es la mala conciencia en materia de corrupción, toda vez que Morales pide el despliegue de sus movimientos sociales “si me molesta la derecha para procesarme con cualquier motivo”, agregando que “no hemos entrado a robar, aunque no faltan algunos por debajito (que) nos hacen quedar mal”.
Más de 600 millones de dólares en contratos negociados por la “primera dama” Gabriela Zapata desde el Ministerio de la Presidencia no parece una corrupción muy “por debajito”, sino más bien institucionalizada. Para no hablar de los decretos supremos que habilitan la contratación directa en las empresas estratégicas del Estado y que son el origen de tantos casos de sobreprecios e irregularidades.
Parece que Morales ya se ve en los zapatos de Lula da Silva o de Cristina Fernández de Kirchner, procesados por la justicia de sus países como jefes de bandas de crimen organizado dedicadas al soborno y la malversación sistemática de recursos públicos.
De ahí que imite por anticipado la política de “resistencia” adoptada por el PT y el kirchnerismo, dándole a sus huestes un mandato desestabilizador: “Seguro ustedes van a estar marchando para liberar al Evo si me molestan”.
Atrincherarse por la fuerza en su bastión cocalero podría ser el plan B de Evo Morales, si sus maniobras para desconocer la soberanía popular se estrellan contra una muralla ciudadana que desbarate su intento de perpetuación en el poder.
El autor es senador por los demócratas