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Medio: El País
Fecha de la publicación: martes 20 de noviembre de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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El Órgano Electoral Plurinacional se ha anotado un tanto importante al poner a disposición del público una aplicación online que permite verificar si los datos personales del Padrón Electoral han sido utilizados por algún partido para inflar sus libros de afiliados y militantes. Esto, junto al poder de las redes sociales, alimentaron rápidamente el escándalo que por otro lado, se veía venir.
Durante todo el proceso han sido habituales los comentarios – más que denuncias en sí – de muchos militantes que fueron obligados a traer cinco, diez, quince militantes, cuando no a llenar uno, dos o tres libros. La captación de militantes se convirtió en un acto medio folklórico carente de todo proceso de formación político o compromiso. Ni siquiera se obligaba a pagar una mínima cuota simbólica. Todo era más y más y alcanzar el millón de militantes – en el caso del MAS – o ser el primer partido de la oposición en número de inscritos.
La falacia de por sí era cuestionable; militantes necesitados de pegas, afecto o reconocimiento exhibiendo ante el líder de turno su eficiencia en… llenar libros. Era cuestión de tiempo que el escándalo saltara, y lo que falta, pues no es probable que todos los militantes que puedan ser inscritos sin conocimiento tengan fácil acceso a internet ni ganas de denunciar su situación.
Los partidos son una entidad privada que difícilmente pueden democratizarse por orden del Estado; peor en los últimos años desde que se retiró la subvención y se convirtió en pasatiempo para “dueños”
El escándalo es una gota más en el vaso de la desafección política que esta campaña alargada sin sentido hasta el infinito está colmando. Mientras los millenials (30 por ciento del padrón) miran con desdén un sistema que han evidenciado sirve para poco – pues muchos ya votaron el 21F -, el resto anda comprobando de nuevo las miserias.
Los partidos son una entidad privada que difícilmente pueden democratizarse por orden del Estado; peor en los últimos años desde que se retiró la subvención – exagerada por otro lado – garantizando que solo los más pudientes, las estructuras públicas o las corporaciones de intereses pudieran garantizar una participación política a sus elegidos, o a sus “dueños”.
Con todo se ha obligado a una Primaria anticipada en la que parece solo concurrirá un candidato en cada frente. En el MAS se ha aplastado – por tercera vez – cualquier disidencia sobre la conveniencia de abrir el debate sobre el compañero de fórmula de Evo, decepcionando de nuevo a sus simpatizantes; en la oposición directamente ha evidenciado su escasa capacidad política y sus muchos intereses.
Mientras se habla de candidatos, tampoco se habla de políticas, ni de promesas electorales netamente medibles. Se habla de sentimientos, de emociones, de valores supremos o de respetar la democracia; pero no sabemos lo que cada uno pretende hacer con sus opciones.
Lo “peor” no ha llegado, en diciembre se publicarán los censos de todos los militantes, donde se podrán comprobar otras características de los militantes; y en enero, cuando los militantes acudan a votar con dinero público, la mayoría de los ciudadanos no lo podrán hacer, y eso en un país donde el voto es obligatorio y donde las cosas no se han explicado suficientemente – por interés de los propios partidos – el problema será mayor.
Si alguien necesitaba una excusa para bajar este proceso de Primarias que al final no está conviniendo a nadie, es el momento.