Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: lunes 19 de noviembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Cuando nos enfermamos y si los ingresos nos lo permiten no acudimos a un joven médico recién egresado de la universidad; más bien, buscamos al médico, hombre o mujer, más experimentado, y éste, obviamente, tiene ya sus años y en su larga práctica profesional ha mostrado capacidad y aciertos.
Al reanudarse, ante la realización de las próximas elecciones generales, el debate sobre si han surgido o no nuevos líderes políticos o, al contrario, estamos a merced de los tradicionales, a los que se les achaca todos los defectos que se pueda, ¿por qué no pensamos de los líderes políticos como lo hacemos de los médicos y dejamos de denostar a los que tienen experiencia, salvo casos de corrupción y comprobada ineptitud?
Escudriñando un poco las interpelaciones hay algunos comunes denominadores. Muchos críticos, hombres y mujeres, son, casualmente, personas que fungen de analistas pero que han sido, en el pasado, dirigentes políticos y, al parecer, ahora no han sido tomados en cuenta. Otros, que han aparecido, legítimamente, al calor de las movilizaciones opositoras en los últimos años, pero que aparentemente no están siendo convocados por las organizaciones con capacidad de participar en las próximas elecciones. También aparecen personas que alguna vez tuvieron alguna opción política, pero por diversas razones no se animan a nombrarla o admiran a algún dirigente del pasado que no aparece en la agenda pública y como es políticamente incorrecto mencionarlo optan por deslegitimar a todos.
También aparecemos quienes tenemos por oficio criticar y muchas veces nos pasamos de raya al lanzar sentencias sobre quienes nos gustan o no, sobre quienes simpatizamos o no, y así establecemos algunas categorías que creemos deben ser de obligatorio cumplimiento. En casos extremos, pareciera que algunos sienten que están por encima del común de los mortales.
Con la esperanza de no caer en esas poses, creo que es posible decir que en muchos sectores se percibe que el ejercicio de la política es un oficio muy fácil, cuando, en verdad, es muy complejo porque tiene que ver con la administración del poder. Es decir, el político, para ser tal, debe cumplir una serie de requisitos que exigen esfuerzo, capacitación, disciplina y experiencia, que les permitan ser fluidos intermediarios, a través del partido (no la corporación) entre el Estado y la ciudadanía y así conducir procesos que afectarán en forma directa a la gente, con iniciativa, persuasión, capacidad de concretar acuerdos y visión de futuro.
Además, deben ser capaces de abrir espacios para que haya nuevas generaciones de dirigentes que vayan adquiriendo experiencia, actuando en ámbitos cada vez más amplios y complejos, sabiendo, empero, que la confrontación político-ideológica no es un trabajo necesariamente elegante.
Pero, esta percepción positiva sufrió menoscabo, de un lado, por el ingreso a la política de personajes que vieron en ella no el espacio para convertir en realidad sus visiones de país, sino para defender sus intereses. Probablemente Max Fernández y Manfred Reyes Villa, en la historia contemporánea, sean el ejemplo más palpable de esa forma de concebir el poder, o el MAS por su clara posición autoritaria, que concibe que en el ejercicio del poder sólo vale la voz del caudillo y la fuerza coercitiva que acompaña a sus decisiones. De otro lado, porque por la inexistencia de un exigente sistema de pesos y contrapesos, la actividad política cayó en la administración de intereses espurios.
Lo malo es que han dejado secuela, como muestra el comportamiento de varios “nuevos” actores políticos que obtuvieron el voto suficiente para, por ejemplo, llegar a la Asamblea Legislativa, donde no hicieron nada y más bien aprovecharon la oportunidad para dedicarse a otras actividades y obtener impunidad, o estar dispuestos a candidatear a cualquier puesto elegible.
En fin, creo que el primer trámite que los partidos han cumplido ante el Órgano Electoral para participar en las elecciones de octubre de 2019 abre espacio a la esperanza. Hay sangre experimentada y sangre nueva y eso es bueno. ¿Podría ser mejor? Claro que sí, pero las circunstancias son las que se han dado…
Juan Cristóbal Soruco Quiroga es periodista.