Medio: El Día
Fecha de la publicación: viernes 16 de noviembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Ha repetido hasta el cansancio que quiere quedarse para siempre en el poder y todos hemos sido testigos de la forma cómo ha torcido las leyes para repostularse una y otra vez, seguro de obtener un resultado favorable. En los últimos días, los argumentos para justificar la violación de la constitución han caído en el absurdo, como afirmar que sus derechos y su gobierno están por encima de cualquier ley.
Se trata de gestos de desesperación que tampoco sabe disimular, como la sugerencia a sus simpatizantes de Los Yungas de sacar a patadas a los que defienden los resultados del 21 de febrero de 2016 o la andanada de insultos que desata contra el expresidente Carlos Mesa, justo el día en que este oficializa su carrera electoral para las elecciones de 2019. La detención de un humilde e inofensivo albañil potosino ha sido el rebalse de ese nerviosismo que los embarga y que no pueden esconder.
Y precisamente en estos días algo aciagos, en los que también abundan los conflictos y bloqueos, el oficialismo organiza un baño de multitudes en la fallida sede de Unasur, allá en San Jacinto, Cochabamba, donde no puede llegar nadie que le pueda gritar "Bolivia dijo No". En ese lugar, rodeado de los aguerridos miembros del Conalcam, el presidente admite por primera vez que el triunfo del 2019 no está asegurado.
Fue un lapsus, algo que jamás ha admitido y que nunca se atrevería a decir conscientemente y que lo hace porque se trata de un hecho real, una verdad que lo agobia y que será difícil de remontar, pese a todos los trucos y manipulaciones que están perpetrando y piensan poner en práctica de aquí a los comicios del año que viene.
El presidente les ha pedido a sus militantes que no se sientan ganadores, que no canten victoria y que más bien se preparen para lo que él llama mentiras y calumnias, que seguramente serán denuncias y revelaciones sobre diversos casos de corrupción que son los que han minado la credibilidad y la confianza en el régimen. Dice que sus principales enemigos son las redes sociales y con ello no hace más que admitir que les ha sido imposible controlar esta poderosa herramienta de comunicación que ha vencido al monopolio informativo de los medios estatales y paraestatales.
Una vez lanzadas las frases derrotistas, el presidente intentó aclarar las cosas, esconder el contenido de la revelación que acababa de hacer y que sin duda alguna ya anidaba en las mentes de los dirigentes de los sindicatos y movimientos sociales que lo escuchaban. Se trata de políticos profesionales, los más intuitivos respecto al poder, los que captan mejor que nadie los cambios, las declinaciones y el momento en que se hace necesario mimetizarse y buscar otras opciones.
El presidente les ha pedido a sus militantes que no se sientan ganadores, que no canten victoria y que más bien se preparen para lo que él llama mentiras y calumnias, que seguramente serán denuncias y revelaciones sobre diversos casos de corrupción.