Medio: Correo del Sur
Fecha de la publicación: viernes 08 de diciembre de 2017
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Problemas de gobernabilidad
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Entonces até cabos con un análisis del gran columnista Humberto Vacaflor Ganam, que más sugiere que anota en su “Camiones bien lavados” de fines de agosto próximo pasado. En efecto, si bien dicen que hay más de 10.000 camiones de alto tonelaje ociosos con la contracción económica, los camiones cocaleros aparte de ser los más modernos, caros y nuevecitos, parecen llevar alguna carga adicional al ripio, que hace rentable llevar piedras de ríos chapareños al mismo precio o menor que las del cruceño río Piraí. Quizá los otros camioneros no se quejan, sólo quieren entrar en la pomada con la misma carga abaratadora.
¿Camiones cocaleros?, eso sí es novedoso para mí. Para los informados, alerta el peso que tuvieron los camioneros en el sabotaje del gobierno de Allende en Chile; más reciente aún fueron sus paros en la caída de Dilma Rousseff en Brasil. Quizá sea trasfondo siniestro de resistencia reciente a tranvías, trenes interurbanos y otros medios de transporte público en las urbes bolivianas.
Postulo que los camiones cocaleros pueden ser un eslabón perdido. Como no se trata de cráneos que vinculan la evolución homínida, de interés para paleontólogos, hablamos de un entretejido que yo ignoraba, en trama que liga la importancia que parecen tener ahora los áridos, la preferencia caminera del Gobierno, una nueva oligarquía cocalera, un dictador en ciernes y un proyecto carretero resistido y sinrazón: la carretera Villa Tunari-San Antonio de Moxos.
Sobre los áridos, el finado José María Bakovic peleó la concesión que hacía tiempo tenía el Servicio de Caminos en Santa Cruz, torcida para beneficiar a privados durante la construcción de la carretera Santa Cruz de la Sierra-Trinidad, en un medio en que valía más la sinuosidad jurisprudencial y la influencia. Pensaba que algo tenía que ver que apenas ungido Presidente, en junio 2006 Evo Morales promulgó la Ley 3425 que traspasaba a los municipios la competencia sobre los áridos. Sin embargo, el año 2017, ya enunciada la estrategia caminera del norte boliviano, se “nacionalizaron” los mismos. No obstante, los críticos reconocían que debía establecerse “un régimen único en el que los operadores reciban un pago por su inversión y trabajo, pero no por el valor del árido, porque no es de su propiedad”, decían. “Papita p’al loro”, quiero decir camiones cocaleros con carga adicional.
No está demás reiterar que el Gobierno prefiere las carreteras a navegar ríos amazónicos. Es constante de intereses politiqueros y empresarios coludidos en la historia (véase el caso de tranvías en Los Ángeles, versus su maraña de autopistas y trancaderas).
En el Beni se opta por la vinculación caminera al norte, en vez de una espina dorsal de ríos existentes con algo así como costillas camineras transversales. ¿Acaso no existe ya el Rin boliviano, la hidrovía Ichilo-Mamoré, con más de mil kilómetros navegables que dio la Pachamama a Bolivia? De un tirón anularían inversión onerosa en carreteras, dependencia odiosa de gasolina o diesel importados, y las vías que dañan el medio ambiente, como la carretera “transcocaleira”, le dicen los brasileros, una espada mortal que atraviesa el TIPNIS de sur a norte.
La clave puede ser que los camioneros chapareños sean el puñal artero de una oligarquía en formación, una nueva rosca cocalera aliada con el narcotráfico, que sustentaría a la dictadura en ciernes de Evo Morales. Ojalá me equivoque. Estamos a tiempo de evitarlo.