Un inocente trabajador albañil, consciente de sus pensamientos y creencias, al pasar por un sitio donde estaban autoridades, expresó: “Bolivia dijo No”; pero para una alta autoridad resultó un insulto, un atentado a su alta investidura en un acto cívico en la ciudad de Potosí; la Policía, siempre presta a intervenir cuando no debe, tomó preso al joven albañil y seguramente no solo lo amonestó por su “atrevimiento” sino que lo amenazó y lo puso entre rejas.

Cuán triste y doloroso es saber que, por la egolatría y la excesiva suficiencia, se puede llegar a extremos inauditos para no respetar las libertades de la ciudadanía que, convencida de lo que cree, expresó una frase ahora rechazada y catalogada como delito o como arma contundente.

La frase, expresión de la conciencia de la mayoría del pueblo boliviano es, en toda forma, inocente y nada tiene de ofensiva; es, así se le endilgue faltas o delitos, una manifestación de algo que ocurrió en febrero de 2016, cuando la ciudadanía con sus votos, en libertad, dijo su sentir, su criterio y hasta su convicción, porque así se ha exigido por muchos años en los que no siempre han sido respetadas la Constitución y las leyes del país.

El caso habría que tomarlo, por la consecuencia que tuvo, como algo increíble, como inaceptable para quien o quienes crean que todo lo que no esté acorde con determinados intereses y conveniencias electoralistas, es contrario a una ambición re-electoralista largamente mantenida para el logro de objetivos. Es un caso que no puede ser creído como insulto u ofensa ni por niños de 5 a 7 años; caso que está lejos, muy lejos del ambiente que debería reinar en el país y que debe ser de respeto y consideración por las ideas, pensamientos y criterios de los demás.

¿Cuánto hemos retrocedido en principios fundamentales de aceptar la libertad que tiene todo ciudadano? ¿Cuánto creemos que podemos ejercer nuestros derechos, especialmente cuando a nadie lastiman ni ofenden? ¿Cuánto se ha llegado en posiciones “sagradas” para que el ciudadano renuncie a sus convicciones, ideas y pensamientos? El país, esta nación boliviana, ha sido y es de todos los bolivianos; un terruño en que no caben las egolatrías ni las posiciones injustas en las que la dependencia y sumisión policial hacia el que tiene poder puede llegar a los extremos más inauditos.

Si esta frase, expresada por un joven es considerada delito, habría que preguntar: ¿Cuántos miles de bolivianos la han expresado desde hace mucho tiempo? ¿Cuántos, bolivianos y extranjeros en países vecinos y hasta europeos, la han lanzado a los cuatro vientos? ¿Es que todos, sin distinción alguna, merecerían la cárcel porque se cree que, de todos modos está dirigida a quien se sienta afectado negativamente? Entretanto, el país continúa repitiéndola como expresión libre y democrática.