Medio: El Potosí
Fecha de la publicación: jueves 15 de noviembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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A medida que pasan los días, más razones hay para afirmar que el proceso electoral que arrancó tan anticipadamente en el país, con miras a las primarias, es el peor de los últimos tiempos y probablemente de nuestra historia pues, que se sepa, nunca antes una lid electoral había tenido características tan deplorables como la presente.
El monólogo ideológico es una de ellas. El Movimiento Al Socialismo (MAS) ha logrado hacerse del control monopólico de las propuestas, los programas y proyectos de país, y no tanto por sus propios méritos cuanto por la inexistencia de un rival capaz de hacerle frente en el terreno de las ideas. No hay quién ponga en duda la solidez y validez de los pilares de la opción oficialista como el retorno al estatismo, en lo económico, o la transformación radical de la estructura estatal, en lo político.
Ninguno de los candidatos opositores se atreve a opinar siquiera sobre temas como la nacionalización de las empresas estratégicas del Estado, que se ha convertido en la bandera de guerra del MAS. No opinan a favor ni en contra. Así, tácitamente la avalan y, al hacerlo, se atribuyen a sí mismos el papel de decoradores de una obra que, por lo visto, la dan por bien hecha. A juzgar por sus pocas palabras, se diría que no tienen ninguna discrepancia de fondo con el oficialismo que ha advertido esa carencia y se la echa en cara a la oposición.
Al no tener ideas serias con las que confrontar la propuesta oficialista la oposición parece haber optado por recurrir ya no al agotado victimismo sino a otro recurso más grave en términos psicológicos que es el autismo. Ese mal consiste en la incapacidad para establecer contacto verbal y afectivo con las personas del propio entorno, y en referir a la propia persona todo cuanto acontece a su alrededor.
Así se explica, por ejemplo, que mientras el MAS se lanza con todos los medios a su alcance a una campaña que se realiza a lo largo y ancho del país con recursos fiscales, bajo el pretexto de “entrega de obras”, la oposición se dedica a destrozarse entre sí porque mientras unos cuestionan a otros, el único que demuestra una sólida unidad, aunque esta se haya creado artificialmente, es el MAS.
Las encuestas revelan que uno de los candidatos tiene más posibilidades de los otros pero ese es, precisamente, el más atacado. Al cuestionarlo, se lo rechaza como candidato presidencial y, por tanto, se abre la posibilidad de que otros nombres figuren en la casilla de postulantes a la Primera Magistratura del Estado. Resulta risible, también, que en un partido con bajo porcentaje en las últimas elecciones se esté peleando por ser candidato, al extremo que ya se recurrió al insulto y a la revisión del pasado. Como se diría popularmente, se sacan los trapitos al sol mientras el MAS tiene claro su objetivo: la reelección del presidente.
Fraccionada como está, la oposición tiene pocas posibilidades de ganar en las elecciones del próximo año. Al presentar más de una alternativa contraria a la del gobierno, lo que hará es dispersar el voto y eso favorecerá directamente al MAS.
Ante tanta pobreza ideológica y estratégica, es entendible que, hasta ahora, los partidos de oposición no hayan tenido tiempo de elaborar propuestas serias o alternativas a las que nos ofrece el oficialismo. ¿Realmente es conveniente mantener el modelo de economía centralista, con una asfixiante presión impositiva, o se puede optar por otras vías? No hay respuestas a ese tipo de preguntas porque la oposición está ocupada en sus peleas. El único precandidato que ha presentado una propuesta alternativa, el federalismo, no tiene asegurada ni siquiera su participación en las primarias porque es permanentemente atacado por la diputada que quiere ocupar su lugar.