Medio: El Día
Fecha de la publicación: jueves 15 de noviembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Pese a los aparentes esfuerzos que se hicieron, los encuentros y conversaciones de los líderes que se perfilaron desde un principio como posibles candidatos, no se consiguió integrar un frente único capaz de aglutinar a las fuerzas democráticas que buscan impedir que se viole la constitución y se instaure una dictadura en Bolivia.
Las alianzas realizadas son el fiel reflejo de lo que ocurre en el país desde el punto de vista social y político. Por un lado está la unión entre el partido que respalda a Carlos Mesa y la agrupación que lidera el alcalde paceño Luis Revilla, ambos con una visión netamente andinocentrista, con una estructura anclada en La Paz y El Alto y con una orientación a la clase media. Por otro lado, el partido del gobernador Rubén Costas y Unidad Nacional de Samuel Doria Medina, parecen buscar la manera de capitalizar el voto en el oriente del país, mientras que un pelotón de siglas tradicionales y de viejos conocidos del quehacer nacional se disputan pequeños espacios en diferentes puntos de la geografía nacional.
En tercer lugar, no podemos dejar de mencionar al partido de Gobierno, el MAS, cuya esperanza de seguir en el poder, de remontar su alicaída imagen y credibilidad, sigue estando en la recuperación de los bastiones perdidos en el occidente del país y en la clara orientación hacia los sectores rurales, campesinos e indígenas, cuyas puntas de lanza son los sindicatos y movimientos sociales, de alta capacidad de movilización y de conducta militante para articular estrategias destinadas a asegurar el triunfo del oficialismo.
No hay duda, estamos frente al mismo país de siempre, donde cada uno jala por su lado, sin una visión nacional, sin un proyecto integral capaz de aglutinar fuerzas y con serios problemas de fragmentación, tanto desde el punto de vista sectario como regional. Esos problemas ya eran evidentes antes de 2005 y no hay duda que la exaltación del odio, del racismo y el regionalismo durante todo este tiempo, nos pone al frente de un conflicto aún mayor que se presta para el enfrentamiento. Existe la amenaza creciente de que será una campaña difícil, llena de insultos y atrincheramientos como los que ya se han comenzado a observar en los días previos a esta oficialización de postulaciones.
Estamos frente al mismo país de siempre, donde cada uno jala por su lado, sin una visión nacional, sin un proyecto integral capaz de aglutinar fuerzas y con serios problemas de fragmentación, tanto desde el punto de vista sectario como regional