Medio: Ahora el Pueblo
Fecha de la publicación: jueves 15 de noviembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Un paso de gran importancia se ha dado el martes con el registro de las alianzas políticas que participarán en las elecciones primarias para la designación de binomios presidenciales el 27 de enero de 2019. Este hecho, que por vez primera se dará en el país, es parte del proceso de ampliación de la democracia.
Del registro ante el Tribunal Supremo Electoral se puede evidenciar que no hay mayor novedad de la que ya era de dominio público hasta el pasado fin de semana: la alianza del neoliberal FRI y el centroderecha SOL.bo, por un lado, y la convergencia de último momento de los partidos de derecha Movimiento Demócrata Social (MDS) y Unidad Nacional (UN). Además de ambas coaliciones partidarias, se espera que hasta el 28 de noviembre, que es el plazo para la inscripción de los binomios presidenciales que irán a las primarias, también se acrediten el MNR, PDC, UCS, FPV y MTS.
Cuando se aprecia el amplio abanico de alianzas y partidos de la derecha que irán a las elecciones de enero, no cabe más que hacer dos puntualizaciones: la primera, la histórica tendencia de la oposición a fragmentarse por razones de cálculo personal o de grupo, más que por discrepancias ideológicas y políticas; y, segunda, la escasa representatividad de cada uno de ellos, que trae inevitablemente a la memoria la fragilidad del sistema político que caracterizó a la inestable Bolivia durante dos décadas de neoliberalismo.
Pero no es sólo el tamaño de su representatividad el signo común entre los partidos del período neoliberal que hoy retornan a la escena política disfrazados del sello de moda: la adopción utilitaria del concepto de ciudadano como una forma de distraer la atención de sus verdaderos rostros. En realidad, el denominador común más importante de las alianzas registradas y de varios de los partidos que irán por cuerda separada es su plena y absoluta identificación con lo que eufemísticamente se llamó liberalización de la economía (privatización y transnacionalización), achicamiento del Estado y subordinación a los factores externos de poder y distribución de la riqueza para beneficio de pocos, incluso condenando a una situación de progresivo empobrecimiento a las clases medias, a las que hoy convocan en su intención de retomar el poder.
Tampoco es bueno olvidar que para todos estos partidos la democracia fue reducida a un mero procedimiento de selección de autoridades cada cierta cantidad de años a través de elecciones y que la demanda de participación social en la toma de decisiones, enarbolada por los sindicatos y movimientos sociales, era vista como un exceso de democracia. Ahí está toda la formulación de la gobernabilidad democrática, que apuntaba más bien a cerrar todos los espacios al protagonismo del pueblo. Ni qué decir de la alternancia, sólo constreñida a los que pensaban igual.
Situada al frente de toda esa línea de partidos y referentes políticos (que no es objeto de estas líneas) está la fuerza organizada del pueblo, el proyecto de continuidad del Proceso de Cambio más profundo de nuestra historia y la conducción de un líder histórico como es el presidente Evo Morales.