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Medio: El Diario
Fecha de la publicación: viernes 08 de diciembre de 2017
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
Dirección Web: Visitar Sitio Web
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Las interpretaciones del TCP tienen la cualidad de convertirse en verdaderas leyes, mucho más allá de la voluntad del legislador original, sea constituyente o asambleísta (Art. 168 CPE). Un fallo de apariencia legal puede ser validado por otro poder del Estado si es de su interés, como en este caso el SCP 0084/2017, y cuyo carácter inapelable y vinculante lo pone incluso por encima del poder legislativo y la constituyente, y a partir de ella ser defendida con la propaganda y la fuerza pública.
¿ES SOBERANA LA VOLUNTAD POPULAR?
La sentencia SCP 0084/2017 se superpone a la voluntad popular del NO a la re-re-reelección expresada en el referendo del 21F con carácter vinculante, ratificando el Art. 168 de la CPE, lo cual no solo plantea un conflicto entre la voluntad del poder constituyente y el poder constituido, cuestiona el principio de la soberanía popular, que es la fuente de legitimación del poder constituido.
No se esperaba, pero tampoco era improbable que el TCP excediera sus competencias al modificar la Constitución vigente, declarando la aplicación preferente del Art. 23 del Pacto de San José, procedimentalmente incoherente en cuanto cercena el espíritu del Pacto, para satisfacer la demanda del MAS y, sobre todo, modificar el Art. 168, que era un candado para evitar las tentaciones reelectoralistas de un infaltable ambicioso.
El TCP, cuyo reciente fallo favorece la reelección indefinida de los caudillos del MAS, se pone del lado del poder coyuntural y no de la ley; los magistrados son más leales a sus superiores partidarios que a la Constitución y las leyes, los críticos más radicales lo conceptúan de puro servilismo.
LOS BENEFICIARIOS DE LA LUCHA INDÍGENA
EMA a su manera ha recorrido el camino donde los indios perecieron en su lucha por lograr reconocimiento y dignidad, sólo que éstos ofrendaron generosamente su vida por su noble causa y aquel ha llegado justo en el momento en que la relación de fuerzas políticas se inclinó hacia la causa indígena, después que siglos de lucha indígena dejó en jirones la hegemonía del colonialismo interno. A EMA le tocó cosechar siglos de lucha desigual del indio contra los resabios coloniales, recorriendo los últimos tramos de la lucha en las filas cocaleras defendiendo la coca excedentaria considerada ilegal, pero en este tramo de su lucha parece haber perdido toda noción de legalidad. Los bloqueos de caminos infundían ciertos valores de camaradería, pero no era una escuela cívica donde se pudiera aprender la importancia de la democracia y de los principios en los que se sustenta.
El caudillo del MAS se asemeja cada vez más a los viejos líderes del colonialismo interno que medraron con la política sin pesares sobre sus letales consecuencias para el conjunto de la sociedad. Los líderes del poder tradicional no tenían obligación de conocer a los teóricos de la soberanía popular (Rousseau) ni la división de poderes (Montesqüiu), ya que ellos la heredaron del ejército libertador y la lucha indígena, eran los días de la normalidad colonial. El caudillo del MAS parece afectado por la necesidad de lograr reconocimiento de la vieja casta del colonialismo interno asumiendo su conducta, sin tiempo ni interés para enterarse sobre la importancia de la construcción del Estado (Fukuyama). Tal parece que el poder tiene misterios aún desconocidos, y que no es suficiente estar en el poder para alcanzar una ciudadanía igualitaria.
Eso lo sabremos cuando el MAS deje el poder; por el momento parece haber logrado aceptación de su entorno de clase media que siempre compartió la visión del mundo y los conceptos étnicos colonialistas. Para esta clase media que puede presumir de demócrata o de socialista no existe un diagnóstico social ni el problema del colonialismo interno; para los primeros la solución de todos los problemas sociales es la modernización y para los segundos la revolución social.
Discursivamente las consignas antiimperialistas que se esgrimía en defensa de la coca excedentaria han tomado nueva forma en el poder. La derrota del poder tradicional que imponía la erradicación forzosa de la coca (2003) dio paso a una simbiosis de antiimperialismo y socialismo comunitario, cuyos principales rasgos son el caos institucional y la legalización de la coca excedentaria, aunque sin dar nuevas oportunidades lícitas para su expansión.
La lucha indígena estaba confinada a las oscuridades de la ilegalidad, pero instintivamente fuerte y certera en la justeza de su destino. Aquella lucha colectiva carecía de destinatarios precisos -aunque EMA es su mayor beneficiario-, y no por eso fueron resignados en la derrota ni sucumbieron en el desaliento, como no puede ser razón para tomarse la revancha desde el poder.
LA MORAL DE LOS SOCIALISTAS COMUNITARIOS
La moral política de los caudillos del MAS no es diferente de la de los líderes del colonialismo interno, sólo que en esta coyuntura la inmoralidad parece más notoria, porque se esperaba que el indio en el poder redimiera la política y moralizara la función pública, no envilecerla más. La moral masista se formó en el contexto colonial, a lo mucho durante el último siglo, la moral indígena no era más que una promesa, cuyas raíces quedaron en la vida comunitaria que iba cambiando con el paso de los años y en interacción con nuevos patrones de modernidad.
EL TRIUNFALISMO ANTINEOLIBERAL
Los caudillos del MAS se sienten complacidos por el fallo del TCP, porque creen estar asestando otro golpe contra los neoliberales, detrás de cuya consigna arrastran también a los líderes de los movimientos sociales y ellos a sus seguidores, en cuyas relaciones no se prescinde de dádivas cargadas al erario público. El delirio del contento no les da oportunidad para tomar conciencia de que este triunfo pasajero no sólo es un golpe contra los “neoliberales”, sino también contra el movimiento anticolonial y las nuevas generaciones; el precio es demasiado alto si consideramos que construir una nueva institucionalidad democrática será un lastre del presente para las futuras generaciones.