Medio: El Deber
Fecha de la publicación: martes 05 de diciembre de 2017
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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La ambición de Evo Morales lo hizo maniobrar de distintas maneras en procura de eternizarse como candidato, pese a que el pueblo boliviano se pronunció contra una nueva reelección. Pero a esta administración no le importa la opinión popular, sóolo le interesa el afán de prorrogarse. La democracia latinoamericana ha quedado herida y el rechazo ya se hace sentir. Varios comentarios han aflorado en el hemisferio; con seguridad seguirán otros. Al final, solo se pide respetar el voto mayoritario que dijo NO a la cuarta reelección de Evo Morales. Eso no es pecado ni sedición.
Ningún juez ni tribunal puede anular el dictamen del único soberano: el pueblo boliviano. El artículo 23 del Pacto de Costa Rica no contempla el derecho de perpetuarse. EE.UU. solicitó respeto a la voluntad popular y aquí no hay “imperialismo”; se pide obedecer al mandato mayoritario, contra eso no hay pirueta verbal que valga. Ignorar el referéndum de 2016 y afirmar que por “derecho humano” es posible reelegirse indefinidamente, desprecia la inteligencia de las personas.
Los pronunciamientos externos seguirán, nadie quiere rupturas democráticas en América Latina. Por otro lado, en Bolivia no hay riesgos geopolíticos inminentes ni el monopolio de algún tipo de riqueza que el mundo necesite imperiosamente; no habrá intervención externa tipo Kuwait o Irak. Los bolivianos debemos ser capaces -en paz y con la ley en la mano- de volver a la normalidad. Antes de llegar al Réquiem por la democracia, cabe ahora una resistencia pacífica e institucional para lograr invalidar el fallo del TCP. La solución está aquí, no vendrá de afuera.