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Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: jueves 07 de diciembre de 2017
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones judiciales
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Continuidades y rupturas
Un grito a voces
Las complejidades analíticas y los prejuicios políticos suelen encubrir verdades simples y obvias en las que es necesario insistir: en las elecciones del pasado 3 de diciembre triunfaron los votos nulos en más del 50% sobre los válidos, y si le añadimos los votos blancos, los resultados alcanzan alrededor del 67%. Este no es un dato menor y no puede ser pasado por alto por los ciudadanos, y menos por las autoridades del Gobierno.
Estos resultados muestran la capacidad ciudadana de expresar, a través del sufragio, su desacuerdo o rechazo por una parte al procedimiento de elección y, por otra, al gobierno del MAS, que asumió una cerrada defensa de los candidatos detrás de la validación del voto.
No fue precisamente un rechazo a los personajes, que de forma
individual se presentaron a tales comicios, porque resultaron ser
actores desconocidos para la mayoría de la población, y quienes en los
espacios asignados por los medios de comunicación, hicieron denodados
esfuerzos para difundir sus discursos, que en el fondo eran
indiferenciaciados e indiscutibles y versaban sobre los grandes
problemas y las grandes necesidades de mejorar la justicia en Bolivia.
En realidad, fue un rechazo al procedimiento poco adecuado para
definir los cargos de las altas magistraturas del país y, al mismo
tiempo, una protesta frente a la manera en que se encaminó el reciente
fallo del Tribunal Constitucional desde el gobierno del MAS.
Es preciso recordar lo sucedido en las precedentes elecciones
judiciales de 2011. Esta experiencia demostró que éste no era el
mecanismo más adecuado para la selección de altas autoridades
judiciales, pues no se logró el objetivo de evitar la injerencia
política en el proceso de preselección en el seno de la Asamblea
Legislativa Plurinacional, ni en la campaña electoral, ni en la propia
elección de los candidatos, pues el oficialismo se alineó a los votos
positivos, mientras la oposición rechazó el acto electoral por tratarse
de una manipulación del partido de Gobierno para ocupar este órgano
estatal.
En todo caso, los elegidos en ese momento no resultaron ser los más
idóneos ni los más capaces para ejercer dichos cargos; la constatación
se fue revelando durante los seis años de gestión, en que la justicia
lejos de mejorar empeoró y se demostró que la elección mediante el
sufragio no cambió la calidad de la justicia ni de los representantes,
ya que varias de las autoridades electas fueron objeto de procesos
internos y han incurrido en graves faltas.
Sin embargo, el problema más crítico en dicha elección fue la ausencia
de legitimidad de las autoridades electas, pues los votos nulos y
blancos ya en ese momento se impusieron sobre los válidos. Estos errores
requerían una seria modificación de los procedimientos e, incluso,
ameritaban una reforma parcial a la constitución; sin embargo, se
insistió en repetir la elección en los mismos términos y los resultados
se agravaron pues el voto nulo se incrementó, y en algunos
departamentos, como Santa Cruz, bordea el 60%.
Pero el dato político central de esta elección fue el contexto poco
auspicioso en que se realizó, debido al reciente fallo del Tribunal
Constitucional que favorece a la cuarta postulación del actual
presidente como candidato para 2019, en una grave contravención a la
voluntad popular expresada en el referendo del 21 de febrero del pasado
año. Por tanto, si bien las autoridades serán investidas en los cargos,
las señales de rechazo de la población son inequívocas, al mismo tiempo
que se acrecienta la incertidumbre sobre la vigencia de la democracia.
María Teresa Zegada es socióloga y analista.