Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 07 de noviembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Tenemos un año de campaña electoral por delante, eso quiere decir que los funcionarios públicos deberán aumentar sus aportes “voluntarios” para la campaña del MAS. Con certeza que buena parte del segundo aguinaldo irá a parar a las arcas del partido de gobierno y si el funcionario se rehusa a aportar “voluntariamente”, simplemente será despedido.
Está a flor de piel el abuso del poder del MAS con los funcionarios públicos, pues a éstos se los obliga a aportar “voluntariamente” al partido de gobierno, aportar no sólo para la campaña electoral, sino desde que entra el funcionario a la administración pública ve reducida parte de su remuneración por este aporte, para cualquier campaña que decida impulsar el dueño del partido.
Con un cinismo increíble, varios dirigentes masistas expresan que el aporte es voluntario, que el funcionario debe decidir si lo da o no. Sabemos que en regímenes autoritarios si no se cumple con las exigencias del poder, están abiertas las puertas de la calle para el funcionario que no aporta, o están abiertos los estrados judiciales y hasta de la cárcel para aquellos que se atreven a disentir del poder.
El régimen usa con extraordinaria discrecionalidad los fondos públicos para la campaña publicitaria del MAS y, obviamente, hemos visto 12 años de campaña electoral. Los gastos en publicidad se los realiza con dineros públicos, los contratos millonarios sin licitación pública, los regalos en efectivo a los movimientos sociales, los “regalos” de Evo Cumple, sin auditoría creíble, eso y mucho más gasta el gobierno para su campaña.
Como si fuera dinero propio, el gobierno lo reparte a los militares para garantizar la lealtad de los uniformados, también entrega dineros a los policías. Nadie se sonroja si se contrata obras por mil millones de dólares sin licitación para ello, “pequeñas compritas”, como las del teleférico, de cientos de millones de dólares, tampoco precisan licitación. Para el proceso de cambio las licitaciones son neoliberales; por tanto, no hay que hacerlas, para que, sin más trámite, las comisiones o sobreprecios entren directamente en las arcas del partido o de las dirigencias partidarias. Los recaudadores están amparados por la revolución y la justicia; los que revenden la coca incautada tienen libertad pura y simple, pues explican que sus labores son en pro del partido.
El MAS al llegar al poder dijo que sería mejor que todo el sistema político anterior por ser ellos los portadores de la ética y de nuevas conductas morales. Morales acorraló a los “neoliberales”, acusándolos de corruptos. El MAS junto con sus movimientos sociales y algunas ONG adictas afirmaron que el proceso de cambio venía teñido de mensajes éticos y que sería un ejemplo de acciones éticas cuando les toque administrar el poder.
Muy pronto se cayó eso, se derrumbó con Santos Ramírez y los turbios manejos de YPFB. Siguió el clan Terán y hay centenas de nombres paradigmáticos manejando de manera discrecional los dineros del Estado. La forma en que el MAS administra el poder demuestra que es más voraz en corrupción que todo el pasado inmediato; los “neoliberales” quedaron chicos frente al Estado masista que se funda en la corrupción.
Los movimientos sociales en el poder dieron muestras de voracidad en el uso de la administración del Estado y han dado varias señas de caer en la corrupción. El Chapare es la muestra de los antivalores, pues ahí se cultiva ya no coca, sino enriquecimientos ilícitos provenientes del narcotráfico. Pero los cocaleros son intocables pues son el núcleo del poder político
El MAS nació de los sindicatos, en especial de los cocaleros, se formó, con la ayuda de Filemón Escóbar, a la usanza del sindicato minero, con su idea corporativa de la política. De ese modelo político surgió el MAS, sólo a última hora, este partido y su líder se subieron al carro de la defensa del indigenismo y de los pueblos originarios.
El MAS se ha presentado como el máximo defensor de la madre tierra, como celoso guardián del medio ambiente. Pero el TIPNIS ha demostrado que una cosa era el discurso en favor de los indígenas y que otra, distinta, son las acciones y la política estatal, pues ésta es irrespetuosa y represiva contra los indígenas.
Se desnudó que ese indigenismo era falso, pues lo que se impone es la idea sindical y cocalera de manejo del poder. ¿Y la defensa de la madre tierra? Otra vez, discurso de legitimación, frente a una realidad en la cual se impone el desarrollismo extractivista, que no posee respeto por el medioambiente.
¿Dónde está la defensa de la ética y el accionar ético del Estado y de la administración estatal? ¿Dónde está la lucha contra la corrupción? ¿Dónde están las acciones éticas de los movimientos sociales que administran parcelas del poder? ¿Dónde está el respeto por los indígenas? ¿Dónde está el culto por la madre tierra? Simplemente no existen. El MAS ya no posee esos valores y seguirá cobrando ”aportes voluntarios”.
Carlos Toranzo Roca es economista y analista.