Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 06 de noviembre de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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La situación política nacional que empezó en 2006 con el apoyo mayoritario del país a Evo Morales, al Movimiento al Socialismo (MAS) y el boom de precios de las materias primas ahora agoniza, después de 13 años.
Empieza otra antípoda ante la que muere. Con un presidente repudiado por la gente, que lo asocia con la corrupción, el autoritarismo y despilfarro. Situación que se agravó con el fracaso de la demagógica demanda marítima interpuesta ante la CIJ.
La economía tiene problemas de mercados y reservas del gas natural, no hay proyectos mineros de envergadura, la manufactura está destruida, la institucionalidad, pulverizada, pésimos servicios de salud, mala educación y galopante desempleo.
Se añade una población traicionada e indignada que repudia a los políticos masistas, derechistas, izquierdistas o revolucionarios. Se observa una aguda dispersión política, en la que ningún partido tiene más del 10% de apoyo popular.
Toda situación política nacional está determinada por el apoyo o rechazo del pueblo a quienes detentan el poder político. Lo que puede prolongarla de uno o dos años hasta varios lustros. La naciente situación política, al parecer, se extenderá por “buenos años”.
En ese lapso, el país debe soldar la unidad nacional y parir nuevos liderazgos sin corrupción, sin politiquería, ignorancia ni caudillismo mezquino. El próximo gobierno será débil, con grandes problemas por enfrentar y una sentida inestabilidad social y política.
Al inicio de esta nueva situación política nacional gravitan dos fuerzas principales e irreconciliables: la línea de la caída política de Evo y la del ascenso de masas, asqueada del evismo, neoliberalismo, socialismo, y con múltiples y sentidas demandas.
A corto plazo y en algún momento estas dos fuerzas colisionarán. Si hasta ese momento la línea popular no forjó su unidad, será derrotada por el evismo. Las consecuencias serán graves: Estaremos en las puertas de una Venezuela o Nicaragua.
Ahora se debe impedir que Evo Morales se perpetúe en el poder. La forzada Ley de Organizaciones Políticas y su reglamentación deben ser abrogadas, y la sentencia constitucional N° 084/17 revocada. Lo que sólo se logrará con la movilización popular.
Quienes quieren arrastrar al pueblo a las elecciones 2019 con los condicionamientos de Morales empujan a la gente a un harakiri. Evo recurrirá al fraude para “ganar” los comicios y recurrirá a la represión policial y militar para hacer respetar “su triunfo”.
El país sabe que los vocales del Tribunal Supremo Electoral sirven a Evo Morales. ¡Él los puso en sus cargos para eso! Es ingenuo esperar que éstos rechacen su repostulación y es muy perverso arrastrar a la gente a las elecciones en tales condiciones.
En ese sentido, Carlos Mesa, sus asesores y el FRI se equivocan. Mesa, el 11 de julio pasado, dijo que antes de hablar de candidaturas se debe hacer respetar el 21F. Después, el 11 de agosto, rectificó y habló de una resistencia democrática.
Y, ahora, ya flamante candidato, pide esperar la respuesta del Tribunal Electoral a la repostulación de Evo. ¿Y si la aceptan?… Ni modo, plataformas, grupos ciudadanos, sindicatos y pueblo en general deben ir a las ánforas detrás de Mesa.
En marzo de 1980, Marcelo Quiroga Santa Cruz, en un debate en Telamayu, Potosí, decía: Si todo el pueblo va a las elecciones, el golpe fascista será derrotado. Y no fue así. Marcelo fue la primera víctima del fascismo que, además, mató a cientos de bolivianos.
Hay que hacer retroceder a Evo. Los sindicatos contestatarios, grupos ciudadanos y pueblo en general deben unirse en la lucha por las demandas sectoriales y por el respeto al 21F. Iniciar una movilización popular continua hasta el 21 de febrero de 2019, o después, que derive en una huelga general indefinida. Hay condiciones para hacerla.
Arsenio Álvarez Beltrán es periodista.