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Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: jueves 01 de noviembre de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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Al margen de cuales hubiesen sido sus motivaciones, las renuncias de los exvocales José Luis Exeni y Katia Uriona tienen consecuencias muy claras: haberle entregado el control del Órgano Electoral al oficialismo. Ambas renuncias le dieron al Gobierno el pretexto que necesitaba para designar, de manera irregular, a dos vocales más, de comprobada simpatía oficialista. La elección de esos dos nuevos vocales por parte del Legislativo es irregular, decimos, porque la ley no prevé que mientras exista quórum en la sala plena del TSE puedan elegirse a nuevos miembros.
Lo que el oficialismo quiere con esa elección es poder controlar, ya sin incertidumbre, el TSE, el último órgano estatal que no había podido intervenir. Logró aquello gracias a las renuncias de Uriona y Exeni. La de Uriona es curiosa ya que se queja, en su carta de despedida, de que la sala plena estaba empantanada y ello impedía a ese cuerpo tomar decisiones institucionales.
Bueno, su renuncia ha ocasionado precisamente lo contrario de lo que le preocupa la carta: sí se ha superado el empantanamiento, pero a costa de que sea derrotada la corriente “institucionalista”. Rara forma de luchar contra algo haciendo que se produzca el resultado opuesto.
Con todas las dudas que generaban algunas de las acciones del TSE, fue la única entidad que el Gobierno, propiamente, no controlaba. Antes de la renuncia de Uriona el voto en la sala plena estaba 3-3, es decir tres institucionalistas versus tres afines al oficialismo. Cuando el Legislativo termine de elegir a los dos nuevos vocales, la correlación de fuerzas será de 5-2. Ojalá los dos integrantes institucionalistas (Antonio Costas y Dunia Sandoval) puedan enfrentar las presiones que sufren desde hace tiempo y no renunciar. Es mejor que el voto dentro de la sala plena sea 5-2 que 5-0.
Las posibilidades de fraude en el país son, por suerte, todavía escasas. Es posible que el recuento de votos como tal no se manipule y distorsione. Pero las irregularidades de un proceso electoral pueden registrarse con meses o semanas de anticipación al día de los comicios.
Por ejemplo, los integrantes anteriores del TSE, de pésimo recuerdo, y bajo la presidencia de Wilma Velasco, anularon a 228 candidatos de UD en el Beni, con lo que dieron ese departamento al MAS, y luego suprimieron los votos de una tercera fuerza en Chuquisaca y con ello evitaron que hubiera una segunda vuelta. Con esa acción permitieron que Esteban Urquizu, del MAS, ganara entrando por la ventana. De nueve gobernaciones, el TSE anterior le regaló dos al oficialismo.
Esos mismos vocales impidieron que Rebeca Delgado y Eduardo Maldonado candidatearan en sus distritos, (Cochabamba y Potosí) dándole más victorias al MAS. Así es fácil ganar.
Situaciones de ese tipo son muy posibles que vuelvan a ocurrir en el futuro, cuando el Gobierno se haya dado el gusto de controlar sin miramientos la sala plena actual. Quién sabe qué matufias prepararán los vocales oficialistas, en coordinación con el MAS, para afectar a los candidatos opositores, como lo hicieron los anteriores para tumbar a UD en el Beni y darle Chuquisaca al Gobierno.
Cuando estas acciones ocurran, para no mencionar que el ilegal candidato Evo Morales, ahora sí, será autorizado como candidato presidencial, pese a haber perdido un referendo que es vinculante, habrá que evaluar las responsabilidades de los que renunciaron (y de quienes los apoyamos, ahora se ve más claramente, con ingenuidad).
Este es un nuevo obstáculo, quizás el más importante, que tiene la oposición para lograr la plena restauración de la democracia. Habiendo terminado el ciclo del MAS, lo que se demuestra en el hecho de que Evo Morales ya no puede obtener el poder en primera vuelta (y en la segunda perderá irremediablemente), el régimen sólo podrá sobrevivir mediante la manipulación electoral sumada al uso, ya definitivo, de la fuerza.
Si la democracia fuera plena, Morales no sería candidato y Bolivia tendría, en enero de 2020, un cambio de régimen. Pero como el Presidente y sus huestes no abandonarán el poder por las buenas, pondrán a Bolivia ante serios riesgos.
Raúl Peñaranda U. es periodista / Twitter: RaulPenaranda1