Medio: El Día
Fecha de la publicación: lunes 29 de octubre de 2018
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Hablamos del protagonismo que ha cobrado el ciudadano en la vida pública, en las transformaciones y la conducción del país.
Las movilizaciones callejeras, el papel preponderante de las organizaciones civiles y movimientos sociales no son nada nuevo en Bolivia, pero nunca llegaron a constituir una expresión genuina de la población y más bien se anquilosaron en el corporativismo, deformación que ha mostrado su peor rostro en estos trece años.
El auge de las comunicaciones, el nuevo rol destacado que han cobrado las mujeres y los jóvenes, la globalización, el enriquecimiento del debate sobre temas fundamentales en el que no solo participan las élites, además de la indignación que se canaliza a través de las redes sociales, han cambiado el escenario público, mientras que los políticos tratan de adaptarse, otros mueren en el intento y algunos buscan remar contra la corriente.
Justamente el Gobierno del MAS creó la ley de partidos y organizaciones políticas como un as bajo la manga para contrarrestar el despertar ciudadano, para deshacerse de la constante interpelación de los nuevos actores que en su momento fueron los que protestaron por el TIPNIS, los que anularon la farsa de las elecciones judiciales, los que desafiaron al poder con la victoria en el referéndum del 21 de febrero y los que le han quitado protagonismo en las calles al oficialismo, pese a su amplia red clientelar y la inmensa cantidad de recursos que despliega, al acarreo y las prebendas.
Esa norma busca devolverle la batuta de la política a las viejas figuras, a las estructuras del pasado, a los antiguos animadores que comenzaron a perder fuerza a principios de siglo y que recibieron un rechazo rotundo en el 2005. El régimen actual lo hace, no solo para salir del brete en el que lo han puesto las plataformas, sino porque el MAS ya forma parte de ese pasado, de esos métodos y tradiciones políticas que se han traducido en la corrupción, en la injusticia, el abuso y la impunidad.
Pero ese despertar ciudadano no se puede ignorar y mucho menos borrar con una ley insulsa. Las elecciones del 2019 y su antesala, los comicios primarios, serán los más vigilados de la historia. La gente está pendiente más que nunca de cada uno de los movimientos que hacen los líderes, del discurso, las promesas y alianzas que realizan. Hoy se ve a los dirigentes caminar como si estuvieran “pisando huevos”, con sumo cuidado para no caer en asociaciones negativas, en contactos impropios, ni despertar en el votante, consciente y activo, sospechas de pertenencia a lo corrompido. En este contexto, oficialismo lleva las de perder e insiste en seguir cautivando a los estratos que supuestamente todavía se tragan las poses y la demagogia de siempre.
Las elecciones del 2019 y su antesala, los comicios primarios, serán los más vigilados de la historia. La gente está pendiente más que nunca de cada uno de los movimientos que hacen los líderes, del discurso, las promesas y alianzas que realizan.