Medio: La Razón
Fecha de la publicación: domingo 28 de octubre de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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Estos días abundan los catastrofistas. Aquellos que adoptan la postura más simple para opinar sobre el proceso político sin prestar atención a los matices; quizás porque su intención no es interpretar los hechos, sino lanzar profecías autocumplidas, es decir, definiciones sobre la realidad que al principio son falsas, pero inducen a nuevos comportamientos que pretenden que esa falsa concepción se convierta en una percepción veraz (Robert Merton dixit).
Algo de eso acontece con las opiniones respecto al Tribunal Supremo Electoral y su situación después de la renuncia de la presidenta de ese ente colegiado. En este caso estamos ante una suerte de “crisistrofistas” que suponen, auguran o desean que se desbarate el proceso electoral encaminado, por ahora, a las primarias. Inclusive un candidato presidencial llegó a declarar que estamos en la antesala de una “crisis de Estado” a raíz de los últimos acontecimientos, una caracterización que solamente puede entenderse como figura retórica, pero no es más que una desacertada hipérbole.
Esta tendencia es frecuente y peca de superficialidad. Los “crisistrofistas” usan, por ejemplo, el término de “punto de inflexión” para indicar que estamos viviendo la transición del “proceso de cambio” a… algo todavía ignoto e indecible. Aunque se inspiran en su obra, no retoman el concepto elaborado por Fernando Calderón para dar cuenta de las transiciones políticas en América Latina y que forma parte de una tríada: crisis, inflexión y cambio.
Otro ejemplo: la narrativa de los “crisistrofistas” empieza y concluye con la idea de “cambio de régimen”, aunque tampoco se aventuran a describir —así sea utópicamente— los contornos del “nuevo” régimen político. También es algo indecible e ignoto. Profecía autocumplida, pues. Para matizar sus comentarios acerca de que el proceso político está en un “punto de inflexión” algunos “crisistrofistas” acuden al expediente marxista y citan a Antonio Gramsci y su manida frase: “lo viejo que no acaba de morir, lo nuevo que no acaba de nacer”. Lo que no saben es que esa frase es una metáfora de lo que el marxista italiano define como “crisis orgánica”, sin duda algo más serio que los avatares políticos que vive el país desde hace un par de años, puesto que esa noción remite, ora sí, a una crisis estatal, estructural —política y económica—. Y si lo saben, los “crisistrofistas” no dicen qué significa lo nuevo respecto a lo viejo. Y menos se aventuran a trazar una línea de tiempo, aunque es obvio que su balance está marcado por el calendario electoral.
Esas percepciones agoreras salieron a relucir de manera entusiasta con relación al TSE y esta vez en un formato de epitafio, quizás debido a la proximidad del 2 de noviembre. Lo cierto es que no hay motivos para el pesimismo respecto a la entidad electoral porque siguen en funciones cinco de sus siete integrantes y solamente está pendiente la definición de la presidencia. ¿Acaso los partidos no entregaron sus registros de militantes? Y tal vez vale la pena recordar que, en ocasión de los comicios generales de 2009, la Sala Plena de la Corte Nacional Electoral funcionó con tres de cinco miembros y encaró la confección del padrón biométrico, el empadronamiento en el exterior y la delimitación de circunscripciones especiales indígena originario campesinas. Nada más ni nada menos. El actual TSE realizará tareas análogas para conducir el proceso electoral rumbo a los comicios del próximo año. No empujen.