Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 26 de octubre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Si el 21F la ciudadanía percibió que era posible derrotar al continuismo, la corrupción y al poder por el poder, el 6 de octubre la noticia de que Carlos Mesa iba a ser candidato devolvió la esperanza. Un gobierno de ciudadanos y ciudadanas con un movimiento político con menos ideología y más compromiso ético, y por causas concretas por las preocupaciones de la gente de la ciudad, de los barrios más alejados de las ciudades intermedias y de los pobladores del área rural.
Sus primeros discursos ya marcaron el norte de lo que sería su gobierno: democracia, devolver las instituciones -que han sido secuestradas por facciones corporativas y el capricho del caudillo- a la ciudadanía. En segundo lugar, luchar contra la corrupción, por eso propuso incorporar una norma clara que luche contra esta lacra que se ha comido una buena parte de los ingresos de este decenio, no sólo en las comisiones, que han pasado a promediar el 20% en todos los contratos del Estado, sino en el despilfarro, obras mal hechas, hospitales sin equipos ni ítems para los médicos, canchas de fútbol inmensas para los fantasmas.
No en vano el BID califica a Bolivia como el tercero en Latinoamérica donde se despilfarra el gasto público y la FAO como uno de los países peor alimentados de la región.
Mesa también habló del cuidado del medioambiente como la preocupación de este siglo, que si no se lo encara de una manera seria y sistemática, las consecuencias serán cada vez peores. Eso dicen los estudios internacionales y el último informe de científicos de más de 30 países, que si seguimos como hasta ahora el año 2030 será de los peores con inundaciones, sequía, tifones y desastres naturales. La energía limpia tendrá que ser una de nuestras preocupaciones hacia el futuro, en la mira, en el horizonte para desgasificar nuestra economía.
El candidato -en la reunión con las plataformas ciudadanas- habló de otro tema fundamental para el país: la educación. Con la Ley Avelino Siñani se avanzó algo, se incorporó en la curricula de primaria, en los proyectos educativos comunitarios la idea de la producción. Si bien no siempre bien comprendidos; se incidió en la interculturalidad y el buen vivir, a pesar de que el accionar del gobierno va a contramano, y lo muestra como un discurso vacío de contenido.
Tal vez lo más importante fue que, a través de los bonos, se evitó la deserción escolar. Pero se olvidó de la educación técnica y universitaria, fundamental para cualquier país que quiere responder a los desafíos tecnológicos, y en la generación de conocimiento del presente. Estamos un siglo atrasados, con currículas que privilegian las profesiones del pasado: abogados, economistas, auditores...
En la educación técnica, un reciente estudio de un organismo internacional señala que la oferta se concentra en servicios que forman secretarias, peinadores, auditores, mecánicos, carpinteros; es decir, las de siempre, y lo peor es que se continúa con la estructura rentista, que se refleja en los indicadores de empleo.
El empleo sube en correlación con el flujo de los ingresos por el gas y los minerales, pero crece el empleo en servicios: comida, vendedores informales, restaurantes y supermercados, comercio. Y cuando los precios internacionales descienden, los ingresos bajan y esos empleos desaparecen. Estamos frente a un círculo vicioso de país, basado en la explotación de gas y minerales, del narcotráfico, y del contrabando. El decenio de Evo Morales es la década pérdida para Bolivia.
Por eso se necesita una política de educación y empleo con un cambio de visión en la matriz productiva. Una economía de transición en la que la industrialización posible ya no es más en las fábricas obsoletas de la revolución industrial, de los estancados ideólogos del régimen; sino vinculadas a la información, al medioambiente, a la generación de energías alternativas eólicas, solares y de pequeñas represas flotantes para el desarrollo local, y la inteligencia artificial.
Mesa ha delineado su programa en lo sustantivo. Seguramente en próximos mensajes hablará de los otros dos grandes temas que han sido motivo de las transformaciones y de la agenda nacional de estos años: autonomías y derecho a la consulta de los pueblos indígenas, que es la esencia del Estado Plurinacional.
Y en un tema crucial: Carlos Mesa en gobierno dio fe de su compromiso con los derechos humanos, ya que privilegió el diálogo antes que la represión.
El país tiene un candidato, un programa y una ciudadanía que se une cada vez más; esas son buenas noticias para Bolivia y el futuro de nuestros hijos.
Gregorio Lanza es economista, con maestrías en políticas públicas y ex responsable de Prevención y Atención y Conflictos de la Defensoría del Pueblo.