Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 26 de octubre de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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En mi anterior columna indiqué que el vértigo que impone la polarización, visibiliza y magnifica en sectores opositores expresiones de un “radicalismo marginal, eterna y tóxicamente descontento”. La renuncia de la Presidenta del Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha dado rienda suelta a comentarios diversos, que lejos de esclarecer confunden a la opinión pública, particularmente a aquella alineada al bloque opositor al evismo autócratico.
Hace unos días, no faltaban quienes, con fundadas razones, acusaban al TSE de ser el títere que viabilizaría el inconstitucional proyecto prorroguista del binomio gobernante. Con ligereza, se comparaba a Kathia Uriona con Tibisay Lucena, la impresentable presidenta de la corte electoral venezolana. De nada valían los argumentos en sentido de que ella representaba, junto a otros, el frágil referente de la corriente institucionalista que le hacía contrapeso a los vocales nacionales y departamentales abiertamente sometidos al guión escrito en la Casa Grande del Pueblo.
Para otros, la renuncia fue tardía; que debió hacerlo por dignidad tras la aprobación de la Ley de Organizaciones Políticas, malograda con la puesta en escena de la farsa monumental y costosa de las primarias. Hoy, los mismos que la sindicaban de “funcional” al MAS, sostienen que debió resistir y no tirar la toalla, ya que su renuncia es “funcional” al oficialismo por dejar al TSE bajo su control y dominio. Otros piden disculpas por haberla prejuzgado al dudar de su posición institucionalista.
¿Valía la pena que Katia contradiga lo que la conciencia le dictaba ¿Debía inmolarse en el seno de un cuerpo colegiado asediado por una maquinaria de poder que tritura los valores y derechos constitucionales ¿Esperaban que Uriona sea la golondrina que haga verano, una heroína que eche por la borda lo que queda de prestigio personal en estas lides, defendiendo principios de independencia y transparencia que el pleno del TSE negaba
Su posibilidad de imponer sano criterio fue desahuciada al aprobarse el reglamento de las primarias, gracias al voto del exvicepresidente José Luis Exeni, quien, aquejado de problemas de salud, hizo mutis por el foro al prever la inminente estigmatización de los responsables de la conducción de un TSE bajo sospecha.
El oficialismo ha minimizado la salida de Uriona. No olvida ni perdona haber frustrado el intento de forzar un resultado favorable a la reelección indefinida en ocasión del referendo del 21F de 2016. Sus voceros tienen razón al sostener que mientras exista el quórum aritmético, ahora a “reforzarse”, todo sigue sobre ruedas ¿hacia el fraude No interesa su deslegitimación ni sometimiento a un proyecto político agotado y “fosilizado”.
Es curioso. Las reacciones incongruentes en torno al caso Uriona son preocupantes. Comparables a posturas opositoras que acusan de “funcionales” e “ingenuos” a quienes asumen el riesgo de dar la cara en este desafiante y prematuro periodo preelectoral.
Opositores radicales que apuestan por la abstención en este proceso amañado, debiendo limitarse a defender en las calles el 21F. ¡Vaya dilemas! Allanarle el camino al MAS, sería una salida “funcional” y simplista ¿acaso apuestan por estrategias conspirativas En otras palabras, las calles importan, siendo posible contrarrestar el radicalismo opositor abstencionista con sus mismos argumentos.
Es imperativo apostar y asumir la responsabilidad de jugar con las reglas de una democracia en retroceso cuando hay posibilidades ciertas de romper la hegemonía de la autocracia populista. Hoy invoco a no confundir al verdadero adversario, a no perder la brújula, a resistir la tentación de ingresar en una espiral de comentarios degradantes que restan credibilidad a eventuales candidaturas opositoras que, más allá de sus debilidades y fortalezas, competirán, ojalá, unitariamente, en condiciones de desventaja, en una cancha inclinada, convertida en un acantilado a escalar bajo el rigor de vientos y tempestades.
Que los miedos de los intolerantes no sumen más víctimas en las filas de los comprometidos con la defensa de una democracia como nunca, en 36 años, amenazada.
Erika Brockmann Quiroga es politóloga y fue parlamentaria.