Medio: El País
Fecha de la publicación: martes 23 de octubre de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
La crisis en el Tribunal Supremo Electoral (TSE) tiene pocas salidas. De momento ya se ha perdido lo que parecía más importante: que el TSE – poder del Estado – se diluyera en la normalidad democrática institucional y dejara de ser noticia en sí mismo. Cada paso que el organismo dé a partir de ahora carecerá de la legitimidad institucional necesaria para afrontar un proceso electoral que se anticipa muy complejo.
La renuncia de Kathia Uriona, presidenta del renovado Tribunal por aquellas cosas del pactismo, ha vuelto a hacer tambalear los cimientos sobre los que se construye el proceso electoral de 2019, empezando por unas elecciones primarias que ya nadie quiere y que a nadie convienen. Uriona viene de las filas duras e intelectuales del feminismo y no es de las personas capaces de tragar imposiciones con las que no está de acuerdo, aunque parecía que aguantaría más. Progresista sí, pero no obsecuente. Uriona detalla en su misiva la renuncia por motivos de fuerza mayor motivados por la injerencia del resto de poderes en su actividad, como nítidamente se lee en su misiva, no solo entre líneas.
La renuncia de Uriona se produce 22 días después de la de su compañero José Luis Exeni, que en este caso alegó motivos de salud y al que se le reconocía abiertamente como parte del círculo próximo a la Vicepresidencia del Estado. La renuncia de Exeni se producía el mismo día que se perdía la demanda marítima en La Haya, tres días después de la aprobación del reglamento de Elecciones Primarias, que en teoría beneficiaba al oficialismo al no permitir impugnaciones de binomios por parte de terceros no militantes, pero que tampoco había puesto mayores limitaciones para el resto de aspirantes: ni tiempo de militancia, ni procesos o sentencias, ni nada.
La derrota en La Haya acabó de desfigurar un escenario preelectoral de Primarias, pues en lugar de lanzarse en medio del jolgorio de la victoria, había que enfrentarlas en medio de la depresión de la derrota. Pronto quedó en evidencia que nadie iba a ganar de este proceso; ni el oficialismo, incapaz de arrancar sonrisas e ilusiones nuevas; ni la oposición, incapaz de aguantar más navajazos en sus espaldas.
Dos renuncias de siete deja tocado el órgano electoral, una más agrandaría la brecha, dos lo derrumbaría a un año de elecciones. El TSE había hecho buena letra hasta el momento para borrar la pésima imagen que dejaron sus antecesores y cuyo mandato también fue acortado por diferentes escándalos encadenados luego de unas elecciones subnacionales turbulentas. Uriona y compañía no solo habían encontrado la fórmula para brindar datos rápidos, que es lo que siempre hace generar miedos, sino que también habían administrado con cierta solvencia tanto el referéndum del 21F como las elecciones judiciales, dos soberanas derrotas para el Gobierno.
La presión para que el TSE habilite o inhabilite sin dudar el binomio de Evo – Álvaro pese al referéndum y la independencia de poderes es cada vez mayor y no parece que Uriona haya querido soportarlas por más tiempo y con ello, el árbitro queda tocado para lo que pase a continuación en el escenario electoral que ya a nadie agrada y que tal vez se caiga pronto.