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Medio: El Día
Fecha de la publicación: domingo 21 de octubre de 2018
Categoría: Consulta previa
Subcategoría: Consultas megaproyectos
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El gobierno cede. La columna había partido el 15 de agosto desde las entrañas del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis). La encabezaba, entre otros Adolfo Chávez, el líder de la Central de Pueblos Indígenas de Bolivia (Cidob), cargo al que había llegado un par de años antes gracias a movidas políticas del propio partido de gobierno, con el que simpatizaba y de lo cual nunca se corrió.
La construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos, que debía pasar justo por el medio del Tipnis fue el motivo de la protesta. Al principio, el gobierno no le dio mucha importancia y a la distancia se puede decir que subestimó a los indígenas del Oriente, hasta ese momento, fieles aliados del "proceso de cambio".
Un par de actitudes en ese sentido envalentonó a la dirigencia originaria que se embarcó en una de las manifestaciones más mediatizadas de toda la era del gobierno de Evo Morales. Corresponsales de diferentes países, voluntarios de diferentes departamentos, activistas y otros interesados convirtieron la marcha casi en un reality.
Un 'parteaguas'. El gobierno no le temía al conflicto. Había pasado muchos desde la asunción de Evo Morales en enero de 2006 (Constituyente, Calancha, Cochabamba, Porvenir, Toma de instituciones, etc), pero en todos había salido fortalecido. Había en el imaginario colectivo una sensación de que era una lucha entre el presente y el pasado, entre el pueblo y la oligarquía, entre el progresismo y el conservadurismo, el oficialismo contra la oposición, donde el gobierno representaba siempre a los primeros. Esto cambió a partir del Tipnis. El régimen masista se convirtió en el opresor ideal para dar sentido a la natural rebeldía de la juventud del país. Se convirtió en enemigo ya no de las oligarquías capitalistas explotadoras, sino de los defensores de la naturaleza, de los indígenas, de los más pobres y excluidos históricamente. Y si bien, Evo Morales fue reelecto una vez más, en 2014, a partir del Tipnis comenzaron sus grandes derrotas. Ese mismo año se realizaron por primera vez las elecciones judiciales, justo tres días antes de que llegue la caravana a La Paz.
Los votos nulos y blancos sobrepasaron el 60% y si bien no tuvo efectos legales, fue un primer aviso del descontento de su propia base social.
El gobierno logró desactivar finalmente el movimiento, cediendo y cancelando el megaproyecto de la carretera, que iba a ser financiada por Brasil, justamente por la red de corrupción que mantiene hoy a Lula da Silva en prisión.
Sin embargo, la relación con el movimiento indígena no volvió a ser la misma. Se eligió una nueva directiva de la Cidob, que según denunciaron los líderes que participaban de la marcha, fue fraguada por el gobierno para poner en el cargo a una manipulable Melva Hurtado, que terminó en la cárcel por otro parteaguas de este proceso, el caso de corrupción del Fondo Indígena que estalló mediáticamente en febrero de 2015, aunque ya habían denuncias previas que no fueron tomadas en cuenta.
Ese escándalo provocó dos grandes derrotas electorales; en la gobernación de La Paz, frente a Félix Patzi y la Alcaldía de El Alto, que quedó en manos de Soledad Chapetón.
Al año siguiente, escándalo nuevo mediante, el del caso Zapata, el MAS recibe otra nueva dolorosa derrota en el referéndum constitucional del 21 de Febrero, que impide reformar la Carta Magna para una reelección indefinida de las autoridades políticas.
Los chicos que agarraron la bandera del Tipnis ya son adultos, ahora la posta la han agarrado los de las plataformas ciudadanas.