Medio: El Día
Fecha de la publicación: lunes 22 de octubre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Hablamos del Chapare, donde reinan los sindicatos comandados por el presidente Morales desde hace 27 años, quien precisamente afirma que las organizaciones del trópico son autónomas, una definición muy controversial, por ciento y brutal al mismo tiempo, pues todos saben que los cocaleros parecen tener licencia para incrementar sus cultivos, para invadir los parques nacionales, arrebatarles los territorios a los pueblos indígenas, deforestar una valiosa reserva natural y por supuesto, para decidir quién tiene pisada y quien no la tiene en sus dominios, así se trate de la Policía, de las fuerzas antidrogas, la justicia o los miembros de una comisión internacional que hace poco visitaron la zona y terminaron como rehenes.
Esa vez, el Ministerio de Gobierno afirmó que aquellos delegados que estuvieron inspeccionando el TIPNIS, no habían pedido permiso a los sindicatos y a raíz de la reciente expulsión de un partido que intentaba registrar militantes en la zona, lanzó otra excusa, afirmando que lo único que buscan los opositores en la zona es provocar.
El Chapare representa hoy una suerte de paradigma del “proceso de cambio”, donde se concentran todos los atropellos a la ley, los abusos de poder, la economía subterránea y las arbitrariedades de los “sacrosantos” movimientos sociales, que han convertido a esa región en una zona de exclusión impenetrable. El trópico encarna todo lo que el régimen trata de esconder y disimular y el verdadero peligro que implica para las autoridades que todo eso se llegue a revelar en su verdadera magnitud. Obviamente, se trata también del mayor peligro que enfrenta el país, amenazado por el crimen transnacional que ha penetrado las organizaciones políticas, las comunidades y pleno del tejido social de extensas zonas del país.
Y ojalá fuera el Chapare la única fuente de preocupación. El problema es que el fenómeno no solo se ha irradiado hacia todas las zonas de influencia, penetra las reservas naturales, alcanza los valles cochabambinos, el norte de Santa Cruz, la selva beniana y pandina, sino que el modelo se replica en puntos tan distantes como el norte potosino, la frontera con Perú al norte de La Paz, los pueblos del altiplano, El Alto, los ayllus y todo un régimen de narcocomunidades que protegen actividades ilícitas.
Con todo esto, llegamos a la conclusión de que la lucha por la reelección indefinida, la transgresión de las normas para violar la constitución y el irrespeto a la voluntad popular expresada en el referéndum del 21 de febrero no son más que la punta del iceberg, el fenómeno visible que trata de esconder el verdadero problema y la amenaza más grande que enfrenta el país. El objetivo real de las fuerzas democráticas debe ser conseguir que esta realidad se ponga de manifiesto en la campaña electoral.
El Chapare representa hoy una suerte de paradigma del 'proceso de cambio', donde se concentran todos los atropellos a la ley, los abusos de poder, la economía subterránea y las arbitrariedades de los 'sacrosantos' movimientos sociales, que han convertido a esa región en una zona de exclusión impenetrable.