Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: sábado 20 de octubre de 2018
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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La propia información del Gobierno analizada por expertos indica que la mayoría de las empresas que administra el Estado (existentes, nacionalizadas o creadas por Evo Morales) han fracasado por corrupción y mala gestión. Hay casos más visibles que otros, pero no son los más importantes.
Por ejemplo, Bolivia es el único país del mundo que no tiene un servicio de correos porque quebró por exceso de personal y falta de una estrategia inteligente, aunque le echen la culpa a las nuevas tecnologías. Hay países pequeños en el mundo (Tonga, Hungría, Islandia, Namibia, entre otros) que desde hace muchos años, antes de internet, mantienen servicios de correo especializándose en estampillas para coleccionistas: series sobre la naturaleza (aves, peces, mamíferos, flores) o sobre tecnología (historia de la aviación), entre otros temas. (La foto de Evo no es muy atractiva en una colección de estampillas).
Empresas administradas por el Estado han quebrado o están subvencionadas y funcionan a pérdida, como Enatex, Papelbol, Ecobol, Quipus, el teleférico y otras. El Gobierno ni siquiera es bueno para supervisar, como es el caso de la Administradora Boliviana de Carreteras. La industria del gas (YPFB) funciona -a pesar de la corrupción- porque está en manos de multinacionales (¿cuál nacionalización). Boliviana de Aviación se mantiene a pesar de varios percances técnicos porque las compañías de seguros obligan a respetar estándar mínimos de seguridad.
Hay una empresa sumamente exitosa que no entra en la contabilidad del Estado pero sostiene la economía y ofrece a primera vista una impresión de bonanza. Vemos con hipócrita admiración cómo se elevan centenares de nuevos edificios en Santa Cruz o en La Paz, y aparecen grandes centros comerciales con tiendas donde se puede encontrar las marcas más “chic” y caras del mundo. Las avenidas principales de las ciudades están repletas de importadoras de vehículos, desde los más lujosos hasta los más baratos.
Todo ello es el espejismo de una economía boyante, pero el Estado tiene poco que ver. En cambio el Gobierno tiene mucho que ver, porque el 67% de la economía del país es informal, fuera del control del Estado, pero permitida y alentada por el Gobierno porque precisamente produce ese espejismo de bienestar del que una buena parte de la sociedad es cómplice.
La señora del mercado de Achumani que va dos veces al año a Nicaragua para traer ron Flor de Caña o el importador legal de Johnny Walker saben que son parte del engranaje paralelo de la economía boliviana que se nutre del contrabando y del narcotráfico, con mucho circulante verde en efectivo.
En esa economía informal la cocaína es la que genera más recursos convenientemente “lavados y planchados” a través de construcciones, ventas de autos y otros negocios aparentemente legales, pero que no han sido objeto de auditorías porque no le conviene al gobierno hacerlas, ni a los dueños de esos negocios. En el fondo todos están felices de que las cosas sigan como están. En privado hablan pestes del Gobierno, pero en los hechos son cómplices.
Antes se necesitaban 300 kilos de hoja de coca para producir un kilo de cocaína, pero ahora con las modernas lavadoras y secadoras ya no es necesario que unos pobres campesinos se quemen los pies pisando coca y químicos. Las “nuevas tecnologías” permiten sacar el mismo kilo de droga con apenas 100 kilos de hoja.
La producción de 350 a 400 toneladas de cocaína por año indica que las capturas tan publicitadas no representan sino un mínimo porcentaje. Estados Unidos ya no es el principal mercado, sino Brasil, con una gran frontera permeable y buen poder adquisitivo (el Real sigue fuerte).
Callan vergonzosamente los organismos internacionales. El primer informe de la Unión Europea ratificaba que seis mil hectáreas en Yungas eran suficientes para el consumo tradicional. Al gobierno de Evo Morales no le gustó ese informe, obligó a la Unión Europea a cambiar y duplicar el número de hectáreas. Ahora estamos “oficialmente” en cuatro veces más, sin contar todas las hectáreas escondidas y todas aquellas que producen coca fuera de Yungas y del Chapare.
El Presidente Morales dijo que “anhelaba” que el mundo entero se pusiera a pijchar… Semejante estupidez pone su declaración a la altura (o bajura) de las de Trump. ¿Acaso el mundo entero va a pijchar coca del Chapare Ni a los indígenas bolivianos les gusta.
@AlfonsoGumucioes escritor y cineasta