Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 05 de diciembre de 2017
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones judiciales
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Concluir el trabajo
El expresidente Carlos Mesa escribió el domingo pasado un artículo titulado “Camino al autoritarismo”, en el que, además de confesar públicamente que nunca votó ni apoyó al presidente Evo, lo acusa de un sin número de falsedades, ante las cuales no podemos dejar de hacer prevalecer la luz radiante de la verdad.
Como lo reconoce Mesa, Evo Morales es una de las figuras políticas más
relevantes de nuestra historia y, sin duda alguna, el desenlace de la
vida pública del primer presidente indígena de Bolivia y el mundo no
será otro que el de entrar a la historia como el hombre que cambió
definitivamente, y para bien a la nación boliviana.
Su nombre y su legado será recordado y analizado, no solamente dentro
del país sino en el contexto internacional. Se sabrá y valorará que,
así como el Mariscal Andrés de Santa Cruz fue el constructor del Estado
Republicano en la década de 1830, Evo fue el gran constructor del Estado
Plurinacional, de la igualdad, la estabilidad, el progreso y la
dignidad, aunque en la actual coyuntura se lo difame y se lo ataque,
también como ocurrió con el Mariscal de Zepita en aquellos tiempos.
Si bien la Constitución de 2009 completó el objetivo de construir una nueva nación, éste aún es un objetivo en construcción y el deseo de Evo, y de nuestro Gobierno, no es otro que concluir el trabajo, avanzar hasta el final del camino en esta labor de construir una nación mejor, logro alcanzado, no gracias a la alineación de los astros, sino al trabajo tesonero, al valor y al coraje de un hombre que hace 12 años trabaja de lunes a lunes, desde las cinco de la mañana, y que, a diferencia del expresidente, sí tiene claro qué es lo que quiere en su vida: trabajar y construir una patria mejor.
Historiador y analista, como es Carlos Mesa, debería darse cuenta de
que para nuestros pueblos indígenas la identificación del líder es
fundamental y decisiva, ya que una vez despojados del mismo es como si
ingresarán en un profundo sueño y, los avances que conquistaron muchas
veces se diluyeron en el tiempo.
Sino, que recuerde por qué Francisco Pizarro mandó a matar a Atahuallpa o por qué se lo asesinó a Pablo Zarate Villca, disque en su intento de fuga en su traslado de Oruro a La Paz. Él conoce muy bien que no se trata de apetitos personales, que no se trata de liderazgo mesiánico, ni culto a la personalidad; se trata de concluir el trabajo en beneficio de una nación, que más de una vez ha sido traicionada por intereses mezquinos parciales y sectarios, y que hoy se resiste a dejar a mitad de camino su liberación definitiva.
Sabe también el expresidente que más allá de la falacia que significó
en su paso como vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada, la creación
de una “Sarina” anticorrupción, que la verdadera institucionalidad de
lucha contra la corrupción nació en Bolivia con el presidente Evo. Que
somos el único gobierno que ha encarcelado a sus más cercanos
colaboradores, cuando estos han sido seducidos por el cáncer de la
corrupción y que somos el gobierno que ha reducido privilegios,
inmunidades y prerrogativas hasta el límite de lo aceptable para
mantener la institucionalidad de un país.
Finalmente, una vez más, nos dice el expresidente que no es, ni quiere
ser candidato a la presidencia de Bolivia. Si esto es así cabe la
pregunta: ¿por qué su accionar político tan intenso en los últimos
tiempos? Quizá la respuesta sea que está esperando que sus acólitos y
seguidores finalmente lo “convenzan” de ser candidato.
Si esto finalmente ocurre, las interrogantes serían: ¿qué programa o
política de gobierno podríamos pedirle a una persona que no quería,
según dice, ser autoridad? ¿Qué certeza tendríamos los bolivianos de que
se construya un gobierno mínimamente estable, encabezado por una
persona que no se compromete, que no tiene proyecto, ni programa y que
de seguro, muy a su estilo, tendría siempre a mano su renuncia la
presidencia del Estado?
La nación boliviana, en definitiva, ha avanzado mucho en democracia y
sabrá distinguir con claridad meridiana cuál es la ruta a la
construcción de un futuro mejor para la patria que todos amamos.
Héctor Arce Zaconeta es ministro de Justicia.