Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 17 de octubre de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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En un sistema político parlamentarista, la debacle del fallo de La Haya del 1 de octubre de 2018 -cuando Bolivia sufrió la peor y más cruda derrota jurídica internacional respecto de su histórica causa marítima- ya hubiera significado la puesta en marcha de los mecanismos parlamentarios para proceder con la renuncia de Evo Morales y de Álvaro García al Gobierno del país y esa renuncia ya habría abierto el proceso de constitución de un nuevo gobierno para encarar los destinos de Bolivia. Como en Bolivia más bien rige un sistema presidencialista -hoy marcado profundamente por el caudillismo, el culto a la personalidad y el dócil respaldo partidario de 2/3 del Legislativo hacia el binomio gobernante-, aquí “no ha pasado nada”.
Peor, sólo queda ser testigos atónitos de la asombrosa superficialidad e irresponsabilidad con la que el régimen se humilla ahora ante Chile y -a solamente días del drástico fallo de La Haya contra Bolivia-, le pide “dialogar” al gobierno de Sebastián Piñera. Éste, muy suelto de cuerpo -tiene ahora el fallo de La Haya a su favor-, responde, aprovechando el gaffe boliviano de pedirle diálogo tan inmediatamente, diciendo que sólo se dialogará si Bolivia abandona su “absurda” pretensión de una salida soberana al mar.
En lugar de darse una pausa suficiente para asimilar y estudiar la derrota, en lugar de convocar a un cónclave de expresidentes, excancilleres, expertos y el gobierno para analizar lo ocurrido, y fijar tareas para elaborar una nueva estrategia seria para abordar la cuestión del enclaustramiento marítimo del país y sus posibles soluciones; en lugar de una autocrítica responsable y un reconocimiento de errores propios, para no seguir cometiendo los mismos y otros errores, el régimen ni reconoce la derrota, ni admite haber cometido error alguno, y deja entre paréntesis un encuentro con los exmandatarios y expertos que se anuncia pero no se realiza.
Más bien, Morales y García vuelven a la carga e insisten en politizar las cosas, improvisando un súbito interés por Ilo, que el MAS anuncia ahora con la velocidad de un rayo electoralista como “la gran solución” al tema marítimo. Buscando esconder con el voluntarismo la gravedad de lo ocurrido en La Haya. Con el mismo afán electoralista, el MAS toca fanfarrias a favor de buscar una salida al mar vía el Atlántico y comienza a hacer propaganda en torno a Puerto Busch, aludiendo a otra “gran solución”.
En el caso de Ilo, con similar irresponsabilidad electoralista a la que se recurrió en el tema del juicio en La Haya, el MAS ahora acelera una puesta en moda de ese puerto y -fruto de la improvisación-, Evo Morales va a recibir un embarque de importaciones en el puerto peruano para recibir el balde frío de no ser recibido en el país vecino por su homólogo, Martín Vizcarra, el presidente del Perú, como corresponde con cualquier visita presidencial en la región. En el caso de Puerto Busch, el MAS se presenta ahora como el descubridor de la pólvora.
El régimen improvisa, actúa con radical voluntarismo, busca tapar con el dedo lo sucedido en La Haya. Y en el proceso, el MAS hunde al país en la improvisación.
No es para sorprenderse: son tiempos electoralizados porque el MAS quebró todos los escenarios con la aprobación de su nueva Ley de Organizaciones Políticas y la puesta en marcha de unas llamativas primarias electorales, en las que la improvisación es la que manda.
El TSE improvisa reglamentos y se traba en ellos, y ha de tener que improvisar la logística para las inéditas primarias. Las oposiciones improvisan su accionar arrinconados por una LOP, que busca despedazarlas y se preparan, improvisadamente, para encarar del mejor modo posible un desafío imprevisto. El MAS, golpeado terriblemente por el fallo de La Haya, improvisa una recuperación de sus perspectivas electorales -desde el 21 de febrero de 2016 el MAS muestra una tendencia a la caída electoral evidente y quizás mortal-, ahora agravadas por ese fatídico fallo.
Como el MAS, en tiempos adelantada y ya abiertamente electorales, tiene que improvisar una respuesta electoral al debacle en La Haya, no encuentra nada mejor que hacer de Bolivia un país crecientemente improvisado, al que Piñera se anima a provocar afirmando que la postura de Bolivia de contar con una salida soberana al mar es “absurda”.
Pero no caben esas confusiones. La necesidad de Bolivia de tener un acceso soberano al mar no es “absurda”, señor Piñera: lo que le fue quitado a Bolivia por la fuerza le ha de ser devuelto, siquiera en parte, en amistad y diplomacia. Muchos aquí en Bolivia amamos a Chile, amamos al Chile de Vicente Huidobro, Pablo Neruda y Violeta Parra, y desde ello mismo, debe usted saberlo, el mar es para muchos de nosotros aquí irrenunciable. Vendrán nuevas estrategias. Se definirán más adelante, con calma, nuevos derroteros para el diálogo con ustedes. Recuerde lo que dice Altazor: “La nebulosa de la angustia pasa como un río…” Lo que dice Huidobro: “Paz en el mar a las olas de buena voluntad…”
Ricardo Calla Ortega es sociólogo