Medio: El País
Fecha de la publicación: martes 16 de octubre de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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Se preveía que hubiera problemas con este invento de las elecciones primarias, que hubiera confusión entre la ciudadanía por aquello de la costumbre del voto obligatorio, pero lo que no se esperaba es que las propias organizaciones políticas se dedicaran a difundir bulos y a tratar de comprar militantes asustados con el único afán de engrosar sus cifras, faltando a toda ética política.
En redes sociales se difunde cada vez con más profusión la advertencia de que si el ciudadano no se inscribe a un partido político, no podrá votar en las primarias de enero de 2019 y posteriormente, no podrá votar en las elecciones generales de octubre de 2019. El Tribunal Supremo Electoral y todos los departamentales han insistido en que eso no es así, y que ningún ciudadano va a ser depurado por no participar en las elecciones primarias, sin embargo, cuanto más se esfuerzan en negarlo, más crece el bulo.
De fondo puede existir una desconfianza ciudadana hacia el Tribunal Supremo Electoral, que el sector opositor no duda en alimentar cuando es posible, como en este caso. El actual Tribunal Supremo Electoral tenía por delante la difícil misión de recuperar la credibilidad tras la pésima gestión de las elecciones departamentales de sus antecesores. Lo cierto es que hasta la fecha han administrado con solvencia el referéndum del 21 de Febrero y las Elecciones Judiciales, sin embargo el poso es demasiado pesado.
En primer plano, sin embargo, se encuentra la cada vez más dañada educación democrática en Bolivia, un país como tantos otros de voto obligatorio, que en nada ayuda a que los participantes se interesen por la construcción de su propio país y se expresen a través de las urnas cada tanto tiempo, sino que más bien hace que los electores sientan la obligación como una especie de dependencia insana, una suerte de acarreo.
Existe también una enorme proporción del padrón que en su génesis vital como generación se ubica la desafección política, los jóvenes nativos digitales conocidos como millenials y que en Bolivia son casi el 40 por ciento del padrón adoran el ciberactivismo y son capaces de salir a la calle para mojarse por determinadas causas, pero detestan a la clase política.
Evidentemente, ni a los que padecen el voto obligatorio y se expresan por temor como a los que no les interesa para nada, no les ayuda para nada que los resultados de la última vez que salieron a votar, el 21 de febrero de 2016, hayan sido desconocidos unilateralmente por el Gobierno y su Tribunal Constitucional.
En enero de 2019 se van a vivir situaciones ciertamente controvertidas para una ciudadanía acostumbrada a votar siempre por obligación, aunque no guste demasiado, pero que además está especialmente sensibilizada por la forma en que se gestionó el NO. Las Primarias, aunque se aborden con dinero público, no van a ser ni obligatorias, ni tampoco abiertas como en otros países. Las cifras, por muy arrolladoras, van a ser mucho menores que las del padrón y la gente que no pueda votar, se va a sentir dolida. A nadie parece ya interesarle este asunto y la posibilidad de que finalmente se caigan, existe.