Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: domingo 14 de octubre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Libre de compromisos profesionales, el miércoles 10 de octubre participé en el bloqueo exigiendo que se defienda la democracia que, desde 1982, trata de consolidarse en el país.
Entonces, quienes hoy gobiernan el país, con contadas excepciones, eran niños, y probablemente no recuerdan ni saben qué significó ese día, como prueban muchas declaraciones de legisladores y dirigentes del MAS al referirse al día. Incluso, parecería que el primer mandatario ha leído en forma sesgada lo que significó el 10 de octubre de 1982 y, para mayor preocupación, lo que significa democracia, si nos atenemos al discurso que pronunció frente a una masa multitudinaria de trabajadores del Estado (y probablemente varios militantes aún convencidos) que esperaban estoicamente el reparto de fichas de asistencia.
Pero, ése es su problema. En el piquete de bloqueo en el que participé no había mucha gente, pero sí convencimiento y entusiasmo, y, para mejor, se trataba de gente joven: parejas con sus guaguas, muchas mujeres, adolescentes y uno que otro de la tercera edad que logramos que los automotores no puedan pasar (salvo carros de la Policía, ambulancias y quienes demostraban alguna emergencia).
Entre las 9 y las 15:30, hora en la que solemnemente abrimos la avenida, hubo muy pocos incidentes. Dos de ellos, protagonizados por personas aparentemente provocadoras que incluso amenazaron con violencia, momentos en que muchos vecinos, que no estaban en el bloqueo propiamente dicho, salieron a la calle y el provocador, frustrado, tuvo que retirarse por donde vino. Otro, nos trató de “ricachos”, conduciendo una vagoneta doble cabina bastante nueva. No faltó un par de personas que desde un jeep tomaron fotos a los bloqueadores.
Por la positiva, la mayoría de los conductores respetaron el bloqueo. Incluso hubo cuatro camiones grandotes de transporte interdepartamental, cuyos tripulantes apagaron sus motores y esperaron pacientemente hasta que se levantó la restricción para circular.
El remate de la jornada con la movilización vespertina alcanzó un éxito que el gobierno debería interpretar correctamente. A diferencia de las movilizaciones organizadas por el oficialismo en las que, se debe reiterar, la participación no era voluntaria, las organizadas desde la sociedad han expresado con claridad que la mayoría de la gente quiere defender la democracia y entiende que ello pasa porque se cumpla la Constitución Política del Estado (CPE) y el referendo constitucional del 21 de febrero de 2016, que prohíben una nueva postulación de los actuales mandatarios. Además, es una clara señal de que este ciclo del MAS inaugurado en 2006 ha llegado a su fin, más allá de la voluntad y empecinamiento de sus dirigentes. Más aún, si estos persisten en prorrogarse inconstitucionalmente en el poder significaría que han optado por el desastre. Así de simple.
Volviendo a los acontecimientos del 10, se puede señalar que hubo dos factores en Cochabamba que ayudarán a diferenciar movilizaciones. El primero es que se trató de una demanda nacional, eminentemente política, apoyada transversalmente por la gente, siendo notoria la ausencia de ciertos gremios que cuando ven afectados sus intereses convocan a toda la ciudadanía a que se les apoye. Es decir, se ha mostrado –a buen tiempo– los límites de la acción corporativa, que se reduce a su demanda sectorial pues son incapaces de impulsar y participar en movilizaciones como la del miércoles.
El otro factor es que el 10 se ha podido responder en Cochabamba a voces sectarias, fundamentalmente las provenientes de un oculto pero latente “manfredismo”, que han tratado, desde las redes, de deslegitimar esas movilizaciones ahora que hay nombres concretos para poder encauzar la demanda democratizadora de la gente.
La última vez que participé en un bloqueo fue a finales de agosto de 1985, cuando la Central Obrera Boliviana (COB) convocó a un paro general en contra del famoso DS 21060, promulgado el 29 de agosto de ese año. La gran diferencia, sin restar mérito a ninguna, era que hace 33 años nuestra movilización fue por el pasado. La del miércoles ha sido por el futuro.
El autor fue director de Los Tiempos