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Medio: El País
Fecha de la publicación: domingo 14 de octubre de 2018
Categoría: Autonomías
Subcategoría: Regional
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Las autoridades del Movimiento Al Socialismo (MAS) en la región autónoma del Chaco tienen un serio problema político. Atenazadas por las deudas que han generado a partes iguales su mala gestión y la escasa previsión gubernamental, y que desde 2015 se intentan tapar con excusas, sus opciones de supervivencia política pasan por construir un relato alternativo que justifique su coyuntura sin generar malestares.
La situación es más crítica todavía pues al presidente Evo Morales lo convencieron de que con el Chaco adentro, las opciones de victoria en el departamento de Tarija eran reales. La venda se cayó luego del referéndum por la Carta Orgánica en Yacuiba, que se saldó con una grotesca derrota del documento – más del 74 por ciento de rechazo –luego de poner toda la carne en el asador. El referéndum, por mucho que se esfuerce el alcalde Ramiro Vallejos, se presentó como la oportunidad de censurar al alcalde y al propio partido de Gobierno por su forma de hacer las cosas en la región. Así lo expresó el opositor más reconocido, Wilman Cardozo, y así lo tomó también el que se decía por entonces jefe del partido en el Chaco, Carlos Brú.
La derrota ha encumbrado a José Quecaña, Gobernador Regional Transitorio, siempre en segundo plano en las altas citas políticas, siempre “raleado” – dirían – en los lugares donde se tomaban las decisiones. Quecaña, chaqueño de nueva generación y conectado con las bases del partido, tiene ahora por delante el problemón de decirle la verdadera situación al presidente Evo Morales o tratar de maquillarla apelando a algún plan épico.
Quecaña ha demostrado sagacidad a lo largo de su carrera política, no en vano, es el más joven de los subgobernadores y logró la nominación contra todo pronóstico en Yacuiba levantando a un entonces bien posicionado y hoy en prisión Marcial Rengifo. En las últimas semanas Quecaña ha sabido sortear una arremetida interna sobre el centralismo de Yacuiba en el Gran Chaco convirtiéndolo en una Asamblea de la Chaqueñidad en la que se espera confeccionar a detalle una nueva agenda para el Chaco.
En manos de Quecaña y sus operadores está convertir esa oportunidad en una agenda de desarrollo, donde se orienten las potencialidades del Chaco en favor de un objetivo común, que de paso pueda empezar a romper los localismos y separatismos que tanto daño hacen a la Región Autónoma en sí misma, o convertirla en la enésima agenda del victimismo regional, culpando a agentes externos de sus males.
Las previas parecen apuntar a la segunda opción con los recursos del Impuesto Directo de los Hidrocarburos (IDH) como centro de la polémica, pero la relativa insignificancia – 80 millones – frente a los recursos que por ejemplo no ha aportado el Gobierno en proyectos de la red vial fundamental que han bancado o están bancando las subgobernaciones de Villa Montes – La Central – río Isiri – o Caraparí – Acheral – Caraparí -, hacen que difícilmente se pueda identificar a la Gobernación como enemiga, y nada le convendría menos a Quecaña que disparar contra el Gobierno Central; pero sí a los chaqueños.
El Chaco ha empezado un diálogo para ponerse las pilas luego de demasiados años de silencio, viendo fluir y fluir petróleo y gas, viendo construir infraestructuras de espaldas al pueblo, sin que nadie se esforzara por imaginar cómo podían ser utilizadas. El Chaco tiene potencialidad, recursos y estructura institucional para pilotar su propio desarrollo, solo falta el liderazgo necesario.