Medio: El Deber
Fecha de la publicación: domingo 14 de octubre de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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La repentina aprobación y promulgación de la Ley de Organizaciones Políticas no es sino otro ejemplo más de las arbitrariedades a las que se ha acostumbrado la cúpula del MAS en el ejercicio del poder. Una ley-trampa en la que han vuelto a caer todos los actores de la política nacional, salvo muy raras excepciones. Y una vez más, gracias a un mal añejo en la historia de la humanidad y al que poca importancia damos, pese al peligro que entraña para las libertades democráticas conquistadas a duras penas: la abulia, hoy casi colectiva.
Echo mano de una palabra poco usada en el lenguaje cotidiano, pero que sintetiza con mucha propiedad la falta de voluntad o de energía vista en las élites sectoriales y también en varios sectores de la sociedad civil. Tal vez más en las primeras que en las segundas, si hacemos un balance de las movilizaciones vistas en los últimos años en Bolivia, sobre todo luego del referéndum del 21 de febrero de 2016. Acabamos de comprobarlo este 10 de octubre, cuando cientos de miles de ciudadanos se volcaron a las calles de las ciudades del país para recordar, con un reclamo al MAS, los 36 años de retorno a la democracia.
Importante, pero insuficiente para garantizar la continuidad de un proceso democrático aún débil y al que le falta recorrer un largo camino para consolidarse. Hay otros ámbitos vitales y descuidados hoy, como son los del Legislativo y del Tribunal Supremo Electoral, en los que se están reproduciendo excesos para reforzar los cimientos de un régimen cada vez más autoritario, manipulador y antidemocrático. Prueba de ello es la citada Ley de Organizaciones Políticas, aprobada sobre un proyecto del TSE modificado a gusto por el MAS, que impone para enero de 2019 un proceso político que debía culminar en 2024.
El manejo del proyecto de ley fue artero, como lo refleja el calendario rechazado al inicio por el propio TSE, que el 23 de agosto dice que “es inviable hacer elecciones primarias en enero de 2019”, pero al que tres días después avala diciendo que “es técnicamente viable realizar primarias en enero de 2019”. ¿Será “técnicamente viable” para las organizaciones políticas inscribir sus binomios hasta el próximo viernes 19 de octubre, presentar cinco días después sus libros de militantes, registrar sus alianzas partidarias el 13 de noviembre, y el 23 del mismo mes, obtener sus personerías jurídicas?
Imposible no dudar de las verdaderas intenciones que hay tras la apurada aprobación de la ley, que adelanta en cinco años el proceso de democratización de las organizaciones políticas. Unos cambios impuestos por el MAS en la Asamblea Legislativa, ignorando por completo las 20 observaciones posteriores hechas por el TSE. Una reacción tardía del TSE, hay que decir, cuya actuación aumentó las susceptibilidades sobre su dependencia de la cúpula gubernamental, más todavía luego de conocerse por boca del propio Morales, que los vocales del TSE trataron el tema en privado con él, en la residencia presidencial.
Tales revelaciones dieron pie a una denuncia pública e intento de proceso contra el TSE por parte del senador opositor Arturo Murillo, que amenaza no prosperar por un dato aún más preocupante: no hay vocales suplentes para reemplazar a los titulares. Resulta que cinco de los seis suplentes han renunciado entre 2015 y 2017, algo que no sabíamos hasta ahora. A ello se suma la renuncia de José Luis Exeni, titular y vicepresidente del TSE. ¿En manos de qué tribunal estamos? ¿Es este TSE descuartizado y abúlico el que tiene en sus manos el aval o rechazo a la imposición de una inconstitucional cuarta candidatura de Morales? ¿De él dependerá el proceso político que definirá la vida de las organizaciones políticas? Y más importante aún: las elecciones generales de 2019.
No es poca cosa. Es un brutal exceso que no se frena con un par de gritos desesperados por parte de una minoría legislativa opositora. ¿Dónde están las otras voces que deberían alzar el grito al cielo, hasta lograr revertir el atropello? Parece que enfermas de abulia. Un mal que amenaza transformarse en epidemia, para dicha y gloria de una cúpula que ha vuelto a repetir el pasado 10 que llegó al poder para no soltarlo, jamás.