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Medio: Correo del Sur
Fecha de la publicación: miércoles 10 de octubre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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No obstante, tanto lo uno como lo otro son suficientemente conocidos por los ciudadanos, aquellos que, teóricamente, son los que ejercen el poder político. Y aquí está la primera complicación: ¿cómo una masa de personas, como son los ciudadanos, puede ejercer el poder político? Si unos quieren algo y otros prefieren otra cosa, ¿cómo se resuelve esa dicotomía? ¿Cuál es la posición valedera? ¿Qué prefiere la comunidad? Para aclarar las cosas, el mismo DLE señala, en su tercera acepción, que democracia es la “doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes”.
Con esa ayuda, podemos clarificar el asunto: el pueblo puede ejercer el poder pero no por sí sino a través de representantes, de personas que reciben el mandato de cumplir ciertas tareas a nombre de la comunidad, incluida la de gobernar. En virtud a ello, existen dos partes: los mandantes; es decir, la masa de personas o ciudadanos, y los mandatarios, aquellos que reciben el mandato o tarea de gobernar por los demás.
Lo anteriormente descrito es la esencia de la democracia. Para que ésta funcione, es necesario establecer reglas y, por ello, surgieron las leyes. Como aplicarlas todas a la vez podría convertirse en un problema, se acordó, así sea implícitamente, labrar, aprobar y promulgar una ley que esté por encima de todas las demás, la Constitución, la ley de leyes.
Después de una larga evolución histórica, llegamos a un momento en el que la democracia funciona pero a medias.
Funcionan los mecanismos de poder; es decir, la elección y constitución de poderes públicos, pero donde existe déficit es en la comprensión del verdadero significado de la democracia.
Este 10 de octubre celebramos el día de la recuperación de la democracia pero la mayoría, incluido el Gobierno, cree que lo que recuperamos fue la capacidad de elegir a nuestros gobernantes por el voto popular. Error. La elección y constitución de los poderes públicos es electoralismo y este no llega ni siquiera al rango de auxiliar de la historia.
La democracia es un mecanismo por el cual una masa o grupo de personas delegan a uno, o unos pocos, la ejecución de tareas que un conjunto de personas no pueden realizar porque se trata de actividades que solo puede ejecutar una persona, no una masa. Entonces, el ejercicio del poder se delega a los representantes, sea mediante el voto u otros sistemas como la aclamación o designación.
Hasta aquí hablamos de armonía pero existe un detalle: el ejercicio del poder. La definición gramatical señala que se “ejerce el poder directamente o por medio de representantes” así que hay que elegir o designar a estos últimos. Es el origen de la autoridad.
La elección o designación de representantes es lo que causa problemas y aquí es donde surge una diferencia fundamental con la monarquía. Mientras la democracia debe permitir que el poder sea ejercido por todos, así sea por turno, la monarquía se basa en los gobiernos largos, con pretensiones de eternos.
Con esa explicación, es fácil reconocer la vocación de nuestros políticos: los que son capaces de ceder el poder a los siguientes en la fila son demócratas. Aquellos que pretenden imponer un régimen de larga duración son monárquicos o, peor, dictadores.