Medio: El Deber
Fecha de la publicación: lunes 08 de octubre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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A escasos días de cumplirse 36 años de retorno a la democracia, Bolivia se enfrenta a un horizonte incierto y bastante complejo. Después de 12 años de gobierno de Evo Morales, es la primera vez que se avizora un proceso electoral que puede marcar un punto de inflexión, una bifurcación que abre -aún sin mucha claridad- la posibilidad de otro liderazgo para conducir el país.
Las señales que avanzan en ese sentido comenzaron a verse el 21 de febrero de 2016, cuando el 51,3% de los bolivianos rechazó modificar la Constitución para permitir la reelección de Evo Morales.
La segunda muestra, clara y contundente, se vio cuando el Tribunal Constitucional dictaminó que el presidente podía volver a ser candidato indefinidamente mediante una interpretación de la Carta Magna, a pesar de que el soberano ya se había manifestado en contra. Este momento determinó la emergencia del ciudadano en las calles, las protestas autoconvocadas en todas las capitales del país y en muchas del mundo, en repulsa al afán oficialista para retener el poder.
A la interpretación del Tribunal Constitucional se han sumado otras medidas legales, como la Ley de Partidos y su reglamentación, que son decididas mediante una mayoría política en la Asamblea Legislativa, la cual ya no es una mayoría real en el país, tomando como referencia la caída de la aprobación del presidente y su gobierno en las últimas mediciones publicadas.
A la polarización entre el afán continuista del MAS y el rechazo político y social se suma la aparición de Carlos de Mesa como aspirante a convertirse en candidato a la presidencia. Según las mismas encuestas que ubican a Morales con una creciente desaprobación, Mesa tiene una alta intención de voto (la mayor entre los opositores políticos). No obstante, hay muchas interrogantes planteadas sobre el periodista e historiador que quiere ser candidato. ¿Será capaz de seducir a los ciudadanos cansados de los partidos políticos para sumarlos a su causa? ¿Serán los diversos opositores capaces de no destrozarse entre ellos antes de que lleguen las elecciones nacionales? Sobre todo, ¿se podrá construir un proyecto alternativo de país al que tiene el MAS que permita elegir entre dos opciones al boliviano elector?
Por ahora, queda claro que el oficialismo ha logrado llevar la escena a su terreno, es decir, ha conseguido que el país se electoralice, que el debate sobre si Evo Morales puede o no puede ser candidato pase a un segundo plano, ya que la aparición obligada de los candidatos opositores llevará la pugna a un plano de ataque entre los protagonistas, en el que Evo Morales ya ha sabido ganar.
A pesar de ello, es importante también remarcar que el presidente y su gobierno tienen un fuerte desgaste y que deben multiplicar esfuerzos para retener votos. El temor es que los árbitros jueguen a su favor y que las decisiones se tomen en mesa y no en la cancha, que es el único espacio que -por ahora- controla el boliviano de a pie.
Estamos frente a un horizonte incierto, la voz ciudadana es fundamental y también lo es la grandeza que puedan demostrar quienes lideran los partidos y dicen amar a Bolivia.