Medio: El Día
Fecha de la publicación: lunes 08 de octubre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Si nos atenemos a los indicadores de desarrollo democrático del Konrad Adenauer Stiftung, sobre cuatro dimensiones distintas, resulta que el ejercicio democrático deviene en reto colectivo. La primera dimensión es la legalidad o institucionalidad del régimen. La segunda se refiere al respeto de los derechos políticos y libertades civiles. La tercera dimensión es la calidad institucional y eficiencia política, mientras que la cuarta abarca indicadores que miden el ejercicio del poder efectivo para gobernar, desglosada en subíndices bien definidos: capacidad para generar políticas que aseguren bienestar. Luego, la capacidad para generar políticas que aseguren eficiencia económica
En treinta y seis años de vigencia ininterrumpida de la democracia boliviana se ha avanzado bastante, pero no lo suficiente. Todo indica que no es que la democracia esté en crisis, sino que las crisis o problemas de sus protagonistas impiden su correcto desempeño. Esto viene a ser todavía más complicado si se considera que según la Constitución Política del Estado existen en el país tres tipos de democracia plural: la directa y participativa, a través de la iniciativa legislativa ciudadana, el referendo, el cabildo, la revocatoria del mandato, la asamblea y la consulta previa. Por otra parte, la democracia representativa, a través de la elección de sus representantes mediante el voto.
También existe la democracia comunitaria, desarrollada a través de la designación de autoridades y representantes de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, conforme a normas propias. Si se analiza con serenidad, los actores de estas democracias todavía desempeñan de manera insuficiente el rol que les corresponde. Un ejemplo concreto constituye cómo se ha asumido el llamado a las denominadas “primarias”, que se han calificado de precipitadas. Esto ha generado polémica y conflicto. Si se debilita la institucionalidad, decrece la calidad del sistema democrático, que es otro enfoque que se suele olvidar a menudo en los fríos análisis de la democracia.
Se trata, entonces, no solo de la preservación del sistema y su perfectibilidad sino también de su calidad. En las últimas tres décadas nuestra democracia ha mejorado sustantivamente, pero la burocracia institucional, la pauperización en que viven las comunidades indígenas, el abismo económico que las excluye aún del resto de la sociedad, las todavía bajas probabilidades educativas de gran parte de la población, y la dificultad de acceder a los beneficios sociales, siguen siendo tareas pendientes y limitan el actuar del Estado. Se ha logrado mucho pero no basta. Conviene señalar que la calidad de la democracia es relación entre desempeño y resultados. Ahí reside nuestro problema.
Se trata, entonces, no solo de la preservación del sistema y su perfectibilidad sino también de su calidad. Se ha logrado mucho pero no basta. Conviene señalar que la calidad de la democracia es relación entre desempeño y resultados. Ahí reside nuestro problema.