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Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: sábado 29 de septiembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Contra el MAS y Evo Morales no existe una oposición homogénea. Se manifiestan más bien antagonismos surgidos en diversa data, con distinta motivación y con propósitos disímiles. Reflexionar en ello puede ayudar a prospectar el desenlace del proceso que actualmente vivimos.
Existe la oposición de izquierda, que no es variada. Quienes mantuvieron como instrumento de análisis el marxismo “clásico” fueron siempre descreídos sobre las facultades del populismo para lograr una transformación social, peor en una época en que éste se amalgama con el posmodernismo. Pero, a pesar de su cientifismo y racionalidad, esta oposición perdió su capacidad de influir en los movimientos sociales, siendo, por tanto, eminentemente retórica.
La otra izquierda opositora al MAS, emotiva y candorosa, animalista y ecologista, feminista y defensora de las “diferencias”, fue en sus inicios su más entusiasta apoyo. Con el mismo fervor, esta izquierda pasó a impugnar a Evo Morales. Su decepción responde, seguramente, a la violencia del poder al contrariar sus ilusiones. Lo curioso de esta izquierda es que se cree anticapitalista, aunque es producto -así sea a son insu, como dirían los franceses- del liberalismo globalizador. Por ello, vibra cada vez que Evo hace un desplante verbal al “imperio”, aunque después vuelve a pisar suelo opositor cuando mira los árboles que se desarraigan para poner en su lugar postes de teleféricos.
Hay también la oposición de la clase media. Nunca hubo verdadera aristocracia en Bolivia ni auténtica clase capitalista. La clase media q’ara llenó ese vacío, asumiendo las poses de la primera y las ambiciones de la segunda. Heredando los peores defectos del criollaje -que asumió la conducción de Bolivia luego de su independencia- es también el sector que está más en contacto con las modas y cambios internacionales. Ello le conduce a la paradoja de asumir ideas liberales e igualitarias y al mismo tiempo sostener el racismo y las desigualdades constitutivas de nuestra formación social.
La clase media posibilitó al acceso al gobierno de Evo Morales no apoyándolo explícitamente (salvo su componente de izquierda). Los acontecimientos del 2003 y el clima internacional (que a raíz del Quinto Centenario de 1492 no daba más pábulo a la supremacía blanca y pregonaba más bien por los derechos indígenas) la debilitó en su monopolio, volviéndola espectadora el momento en que el poder se tornaba al indio.
La clase media, salida de su estupor por las flacideces de “proceso de cambio”, se apresta a retomar su papel hegemónico con formas prejuiciosas y hasta racistas que se expresan incluso en aspectos domésticos, como la reciente graduación de Evaliz Morales, la hija de Evo, en la Universidad Católica de Bolivia.
Existe también la oposición popular. Conocedora de su historia, los grupos indianistas y kataristas no tuvieron desde el inicio ninguna fe en el experimento plurinacional como solución del colonialismo interno. Igualmente, antiguos dirigentes de organizaciones sociales, como la COB y la CSUTCB, desde sus inicios alertaron la utilización demagógica de las bases obreras y campesinas para objetivos que no corresponden a sus intereses.
Sin embargo, el sector popular es el menos sólido como oposición al MAS y a Evo. Lo “popular” ha sido sostén de lo oligárquico en Bolivia por el sistema institucional e ideológico impuesto en este país. Ello solo puede ser transformado por una acción radical y consciente que reemplace las estructuras coloniales. El actual gobierno no ha desestructurado esos mecanismos, más bien los ha consolidado, pues en lo inmediato le asegura la “adhesión” popular.
La lógica del poder indica que quién lo ocupa se ciega y no se transforma, colapsando al final por ello. Sin embargo, todavía no se avista una propuesta alterna. No se trata de vengar la afrenta -para algunos- de que el poder haya llegado a manos de los indios, sino de realizar las transformaciones que este gobierno ha sido incapaz de emprender: estructurales, sociales y económicas y para nada simbólicas posmodernas. Ser conscientes de ello puede aclarar el hasta ahora confuso panorama del proceso que vivimos.
Pedro Portugal Mollinedo es director de Pukara, autor de ensayos y estudios sobre los pueblos indígenas de Bolivia.