Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: viernes 28 de septiembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Una de las plataformas más activas surgida para evitar que el presidente Morales viole la Constitución de su propia autoría y termine con el orden jurídico establecido, convocó a Cochabamba a protagonistas y analistas del quehacer político nacional. Entre ellos, María Galindo. Nunca la había oído en vivo y en directo, aunque de sus ideas y especialmente de su accionar, tenía abundantes noticias. Una señora que se declara feminista, anarquista y lesbiana tenía que ser alguien inteligente, valiente y carismática. Esas virtudes son obligatorias para hacer lo que ella hace en el entorno de buena parte de una sociedad pacata y persignada.
De su conferencia todos salieron con sentimientos profundos y encontrados, que no con las ideas claras. Unos la detestaron más, otros se sintieron ofendidos, la mayor parte, escandalizados, y los demás con cierta simpatía.
Empezó su gresca intelectual con los anfitriones del evento. Pronto recitaría un discurso donde probó que no tiene pelos en la lengua ni consideraciones políticamente correctas. Ello, en un escenario que ha hecho del cumplimiento del referéndum del 21 F su leitmotiv.
Recordó que los que votaron “sí” al Evo, son muchos, casi la mitad de los electores. Y que la actual oposición no los representa. A Evo lo fustigó con cuatro verdades. Después se refirió a los políticos de la antigua República. Lo más cariñoso que dijo es que son una mafia corrupta.
Obviamente, en su condición de ácrata, no reconoció la necesidad de hacer un programa o un proyecto nacional. Ella habló de “causas”, de acciones directas, de aquello a lo que ha dedicado toda su apasionada vida.
En el curso del debate y las preguntas me animé a intervenir. En efecto, los del “sí” son casi la mitad y hacen legión. Campesinos, comerciantes, cocaleros, transportistas, cooperativistas mineros, banqueros y agricultores ricos del Oriente. Es también verdad que hay que dedicarse a las “causas” para entusiasmar a la juventud. (El otro día fui testigo de una manifestación de unos tres mil jóvenes que gritaban :“maltrato animal, al código penal”; me pregunto si algún partido político podría convocar en las calles a tal multitud).
Que la oposición no sabe de unidad, aunque la proclama a destajo, es también cierto. Y lo peor es que para un programa nacional unitario los opositores no tienen ninguna vocación y menos preparación. María insistió que no podría unirse a los viejos políticos o a las plataformas conservadoras.
Es difícil, claro. Especialmente si vemos a algunos jóvenes políticos de hoy. Dos ejemplos destacados de impresentables: el alcalde de Cochabamba que se colocó –nunca mejor dicho- una enorme mochila sobre los hombros. O el de Tarija, que está dispuesto a vender su alma al diablo (¿Evo?) para seguir siendo alcalde. Personalmente, no podría enhebrar un proyecto unitario con un senador de Unidad Nacional que insta a las mujeres que quieren decidir sobre su derecho a la maternidad o están a favor del aborto a tirarse desde un quinto piso, “para morir ellas solitas”; o cuando su crítica a nuestro locuaz y penoso vicepresidente porque cocina para su hijita (“que es cosa de mujeres”, dijo el parlamentario); o la otra diputada cochabambina que también fue en las mismas listas y que admitió su preferencia por la dictadura de las botas versus la de las ojotas.
Volvamos a María Galindo. Le dije en cuanto su posición libertaria que estaba retrotrayendo una vieja polémica, entre Marx en la Primera Internacional, con con los anarquistas como Prodhoun, Malatesta y Bakunin. Asunto de gran interés allá por la segunda mitad del siglo antepasado.
No todos los políticos de la antigua República fueron iguales. Ella sólo citó a Filemón y Domitila Chungara. Hubo dirigentes políticos –muchos en verdad- que por defender sus ideas y la democracia sufrieron cárceles, torturas y exilios . Otros, dieron por lo mismo lo máximo que un hombre puede dar: la vida. Pero cuidado: ¿quién puede negar que la vieja dinastía de los Somoza de Nicaragua y la de los Ortega de hoy, no son la misma cosa?
Por eso también defender la democracia es una gran “causa” a la que deberíamos adherirnos mayoritariamente, con el mismo entusiasmo que luchamos contra la sociedad patriarcal y la feminización de la política.
Para terminar, sacando fuerzas de flaquezas de la memoria, le recordé a la jefa de “Mujeres creando” que en 1936, cuando las garras del fascismo apretaban la garganta de la República española, la líder del anarquismo, Federica Montseny, juró al cargo de ministra de Sanidad, todo y con lágrimas en los ojos. Tuvo que reconocer así la necesidad de Gobierno y de Estado.
Felizmente el gong me salvó. María Galindo me contestó una parte y no como seguramente me merecía… tenía otras muchas preguntas que contestar.
*El autor es periodista