Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 28 de septiembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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En la última reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el Presidente de este humilde y pequeño país llamado Bolivia se ha dado el lujo de decirle un montón de verdades al Presidente del Estado más rico, poderoso y prepotente del planeta. Realmente era como para sentirse orgulloso de ser boliviano, ya que nunca en la historia de las Naciones Unidas ocurrió algo similar.
Con convicción, con seguridad y con serenidad, Evo criticó el carácter prepotente y abusivo del Estado norteamericano y de su actual Presidente, su tendencia belicista, su odio a los inmigrantes, su insensibilidad ante los sufrimientos humanos, su desprecio por los tratados internacionales, su tendencia a acaparar más y más las riquezas del planeta, y también sus políticas sistemáticamente destructoras del mismo. Todos lo saben pero nadie lo dijo con esa claridad y contundencia.
Y el señor Trump tuvo que escucharlo todo —Evo estaba a su lado—, tuvo que tragarse —se supone que con mezcla de desprecio y rabia— las palabras de Evo y probablemente hasta ahora no las ha podido digerir, aunque sólo sea por la sorpresa de oír semejantes verdades en boca del representante de un paisito marginal (del que Trump apenas tiene noticias).
¡Qué gusto! Realmente éste es el valor que Evo ha mantenido vigente desde su primer día de gobierno: su bronca indoblegable contra el imperio norteamericano (al respecto no es insignificante que seamos el único país que se da el lujo de no tener embajador de los Estados Unidos)…
Pero al mismo tiempo resulta inevitable preguntarse por qué ese mismo Evo, capaz de decirle las verdades al insoportable y todopoderoso Trump, no es capaz de ser consecuente aquí adentro, en la Bolivia que le ha tocado presidir. ¿No sería de esperar que su valiente defensa de los más débiles del planeta lo lleve a defender también a los más débiles del país que preside? Sin embargo, ahí están los miles de víctimas de una justicia sometida y vendida (lo que sin lugar a dudas es responsabilidad del Poder Ejecutivo que ha preferido tener bajo control al Poder Judicial).
Y ahí están los miles de víctimas del pésimo sistema estatal de salud, cuyo presupuesto resulta ser cada año más insuficiente; mientras el Estado gasta millones y millones en edificios suntuarios, en estadios desmesurados, en aeropuertos que no se usan, en terminales presidenciales que podrían llamarse monárquicas, en el innecesario rally llamado Dakar…
De la misma manera, cabría esperar que ese Evo, que se muestra implacable frente a Trump y a su imperio, fuera un poco más exigente frente al nuevo imperialismo chino que nos convierte en endeudados a largo plazo, que incumple contratos, que hace trampas y que desprecia a nuestra mano de obra (trayendo obreros chinos para pagarles todavía menos de lo que pagaría a los bolivianos). Lo consecuente sería repudiar cualquier relación imperialista y no sólo la que tiene que ver con Trump.
Pero tal vez lo más dramático ha sido escuchar las acusaciones que Evo le dirigía a Trump por dañar sistemáticamente a la Madre Tierra; mientras aquí, en el país que él preside, esa Madre Tierra es implacablemente destruida cada día, con exploraciones petroleras, con deforestaciones masivas, con mega-represas innecesarias, con una Ley Minera que prácticamente sacrifica a la Madre Tierra para beneficio de transnacionales y de pseudo-cooperativas, con el creciente uso de plaguicidas asesinos, y el incremento constante de la producción de trangénicos…
Y finalmente ese discurso consecuentemente democrático de Evo en Naciones Unidas choca de frente con las prácticas cada vez más antidemocráticas del gobierno que él preside, empezando por el desprecio a la división de poderes, y terminando con el desprecio a un referéndum popular que perdió (el del tristemente famoso 21F) y el mismo desprecio por la creciente movilización social en defensa de ese 21F…
Esta contradicción resulta doblemente amarga si pensamos que el consecuente discurso externo de Evo no resultará efectivo —Trump seguirá exactamente igual a pesar de sus duras acusaciones—, mientras que sus inconsecuencias aquí adentro sí empiezan a tener nefastos efectos reales.
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.