Medio: El País
Fecha de la publicación: lunes 24 de septiembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Lo sucedido la noche del viernes y madrugada del sábado en Tarija es un ejemplo de la “nueva política”. Campesinos, Bartolinas, y cinco organizaciones más voltearon el tablero siendo mayoría de votos, pero minoría de organizaciones. El Congreso empezó en el Coliseo 15 de Noviembre y “acabó” en el Coliseo Universitario, literalmente a sillazos, con golpes y una bronca descomunal. Ahora hay dos dirigentes elegidos en Congresos de Unidad: René Sánchez por parte de los interculturales y centrales del Chaco, Bermejo y con el apoyo orgánico del MAS Cercado; y Acosta, elegido entre las grandes y con el apoyo táctico de asambleístas y alcaldes.
Todavía no hay sillazos, pero en el bloque no masista tarijeño también hay una evidente manipulación del término “unidad”, invocado con afanes de protagonismo. Tarija es, en este caso, campo de operaciones reducido de lo que sucede a nivel nacional, donde los potenciales candidatos – Carlos Mesa, Doria Medina, Luis Revilla, Rubén Costas, Tuto Quiroga – manejan sus discursos.
Todos los políticos repiten que los ciudadanos piden unidad para hacer frente al desafío futuro, pero en la práctica queda reducida a la elección de un líder que guíe en el camino y entregue pegas a unos y otros en mayor o menor volumen. Todos los políticos parecen haber olvidado que la democracia pactada y sus “juntuchas” fueron expulsadas por el propio pueblo, expresado en un voto contundente en 2005 y en las siguientes.
El propio MAS parece haberlo olvidado, pues ha dejado de ser un Instrumento de los Movimientos Sociales más o menos horizontal para convertirse en una suerte de partido sin ideología absolutamente vertical, donde las necesidades coyunturales del Gobierno se convierten en la posición oficial del partido, aunque sean tantas veces contradictorias.
La conducta del propio presidente Evo Morales desde más o menos 2008, alentando el transfugio, tolerando – cuando no premiando – la corrupción, modulando las políticas –industrialización, soberanía económica, etc., – a las exigencias del mercado capitalista y sus instituciones y en los últimos años, desconociendo incluso el voto ciudadano, han acabado por descomponer moralmente un partido que asume, como lo hace su líder, que todas las prácticas son válidas para asumir el poder y conservarlo.
La unidad que los votantes piden no es necesariamente respecto a un líder, sino a un proyecto. El MAS ha agotado el suyo, con sonoros fracasos en muchos aspectos, y ningún bloque de la oposición ha logrado generar un proyecto diferente que logre adhesiones genuinas para su puesta en marcha. Los nombres que se barajan no ilusionan, y la sensación de que se subordinan los tiempos a ese aspecto, sacrificando la posibilidad de construir un proyecto, está ya generando una desafección política previa. El futuro es incierto.