Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: lunes 24 de septiembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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La economista mexicana integra las filas de Morena, el partido de López Obrador y es autoridad en Puebla.
Página Siete/ La Paz
Liza Aceves es economista, tiene una maestría en economía política y un doctorado en sociología. Es investigadora de la Universidad Autónoma de Puebla desde hace 21 años y se especializó en los procesos políticos de Venezuela y Bolivia, países en los que hizo su tesis de doctorado.
Hace poco estuvo en Bolivia, donde habló con Página Siete. Ella espera que el MAS postule a un candidato con capacidad para ganar la elección que no sea Evo Morales. Al mismo tiempo, espera que la oposición pueda dialogar con los avances del MAS para que el péndulo se mantenga en la centroizquierda.
¿Cómo fue el tránsito de López Obrador hacia el poder?
Cuando ganó Vicente Fox el año 2000, fue un momento de júbilo porque había pasado casi un siglo de no poder sacar al PRI. En 2006, es decir, la elección posterior, Vicente Fox quiere repetir la tradición de nombrar al candidato, con su esposa, Martha Sahagún. Lo hace en un contexto en el que López Obrador iba creciendo en las encuestas como la espuma. Era el jefe de gobierno de la ciudad de México, ya tenía una agenda populista, entonces le impusieron el desafuero, eso partió al país a la mitad, se acabó el encanto democrático. Es la primera pelea entre los mexicanos que se va a mantener hasta el día de hoy. La elección en 2018 es la culminación de una especie de agravio que comenzó en 2006.
Además, sorprende con un partido totalmente nuevo.
Totalmente nuevo, yo me atrevo a decir que es poco partido para tanto liderazgo. No tenemos un partido sólido, institucionalizado, con reglas claras del juego, es un aglutinamiento de un montón de fuerzas diversas y de algunos peleados con el PRI y peleados con el PAN. Llegamos a 2018 con un candidato que todo el mundo pensaba que ya no tenía ninguna vida política y se logra una victoria contundente.
¿Podría caracterizar a López Obrador en comparación a otros líderes de izquierda de la región como Lula o Chávez?
Esta es la preocupación latinoamericana. En López Obrador hay una vertiente nacionalista muy fuerte y eso redefine la relación con Estados Unidos, en eso puede haber paralelismos, pero no semejanzas con algunos liderazgos en América Latina. Luego tiene una vertiente republicana muy importante que creo que lo hace distinto de otros liderazgos, porque hay una defensa de la separación de poderes, porque uno de los reclamos de la sociedad mexicana es que no se reproduzca el presidencialismo, que es justamente poner al ejecutivo como el súper poder. Y una tercera vertiente es la austeridad, que también tiene semejanzas con algunos gobiernos, pero creo que para el caso de México tiene unas dimensiones que no son comparables ni con Bolivia ni con Venezuela. Esto tiene que ver con la visión de Andrés Manuel de que el Estado no sea un negocio y que el mercado pueda crecer. Él no es antimercado; claramente el proyecto de Andrés Manuel no es socialista, no trata de que el mercado desaparezca o que sea menos que el Estado.
Es decir, ¿no hay un plan nacionalizador y estatizador?
Una de las primeras señales de López Obrador ha sido reunirse con los sectores empresariales y en el Foro de Sao Paulo tampoco lo han acogido con grandes aplausos porque no lo consideran de los suyos. Entonces, hay una diferencia con los líderes de izquierda a los que hemos estado acostumbrados en países como Bolivia, Brasil y Venezuela. Para gusto de unos y tristeza de otros, la política de Morena es una política bien interna. Creo que lo que va a pasar en términos de política exterior es que México va a dejar de tener las posiciones beligerantes como las que ha tenido frente a Venezuela. Lo que estamos viviendo es la restitución del Estado liberal, que implica la no intervención en otros países y también la defensa de la autonomía nacional frente a Estados Unidos, aunque no hay un discurso antiimperialista.
¿Cuál es el plan para encarar la enorme inseguridad de su país?
Nosotros vivimos prácticamente en una guerra civil. En México tenemos 16.000 muertos por año, además de desaparecidos y todas las violaciones de derechos humanos a las mujeres, a los niños; campos de trabajos forzados, fosas comunes en todo el territorio, estamos ante la agenda más difícil. Para eso, se encararon mesas de pacificación del país con dos partes. Una tiene que ver con un proyecto de amnistía para todos los espacios campesinos que se han dedicado a la siembra de marihuana, de amapola para la venta de drogas en Estados Unidos. Tenemos 10 años de esa política de combate al narco y lo que tenemos cada día son más muertos. Y el otro tema, que seguramente va a crear conflictos con Estados Unidos, tiene que ver con la legalización de las drogas y con el cambio de la política interna en relación con Estados Unidos. Nosotros, por ser la frontera con EEUU, nos hacemos cargo de que no pasen terroristas, de que no pasen migrantes y de que no pase droga. Hay que cambiar la visión para poner en el centro la pacificación de nuestro territorio en vez de que nuestro territorio tenga que ser un filtro de Estados Unidos. Eso significa que el presidente y los poderes reales de México van a tener que enfrentarse al crimen organizado. Eso puede desatar una guerra peor en el país, hasta el asesinato del presidente.
¿Eso está en los cálculos políticos?
Eso está en la cabeza de todo el mundo. Cuando Andrés Manuel dijo que no iba a usar al aparato de seguridad nacional, hasta los propios miembros de su partido le dijeron que ya era un hombre de Estado, que no andara jugando, que necesitaba una guardia. El otro eje tiene que ver con la corrupción. Vamos a tener, desde el primer día, un sistema nacional anticorrupción funcionando y una figura como de fiscal anticorrupción en el país. Algunos políticos ya han anunciado que como los salarios van a caer en la función pública, van a tener que robar, o sea, es una especie de chantaje. Los salarios de los funcionarios en México son exorbitantes. Por ejemplo, los miembros del Tribunal Supremo ganan 500 mil pesos mensuales, que alcanzan para un departamento de interés social, es muchísimo dinero. Los diputados ganan 200 mil pesos, pero tienen grandes asignaciones para sus gastos, hasta para el salón de belleza. Los políticos son como estrellas del cine. Una diputada o un diputado tiene un staff de nueve a 12 personas, camionetas, chofer, etc., y son 500 diputados. Entonces, cuando Andrés Manuel dice que se va a bajar el salario a la mitad, y que nadie puede ganar más que él, están histéricos.
En Bolivia la austeridad sólo se aplicó al principio y ahuyenta la meritocracia. ¿No hay ese riesgo en México?
El salario (reducido) que va a recibir Andrés Manuel es el doble prácticamente de lo que recibe Evo Morales. Puede ser que se corra el riesgo de que personas de alto perfil ya no tengan un incentivo para estar en el Gobierno, aunque la iniciativa privada en México no paga tan buenos salarios. En el momento en que eso (la política de austeridad) no sea real los mexicanos también tenemos que estar cuidadosos de que eso no suceda.
¿Qué diferencias percibe en Bolivia en comparación a la primera vez que vio el país?
Desde 2009 a 2018, que son nueve años, es otro país, eso a los ojos del extranjero por lo menos. La parte negativa tiene que ver con esta idea de que un solo hombre tiene en sus manos un proceso y que a falta del hombre nadie lo puede sustituir. Creo que ese está siendo el error en Bolivia. No sabemos qué va a pasar, pero hasta ahora lo que se dibuja es la idea de que si no va Evo Morales a las elecciones, el proceso se viene abajo. Lo mismo pasó en Venezuela, donde Chávez, con cáncer terminal, era el mejor candidato para el PSUV. No puede ser que no haya otro liderazgo, sino ahí está la propia debilidad del partido. La segunda cosa tiene que ver con la distribución de los recursos excedentes del petróleo y del gas. En Bolivia veo un proceso de distribución amplio; los cholets, por ejemplo, hablan de una elevación del nivel de ingreso de las clases populares. Esta distribución habla también de una democratización de la educación y de los espacios de poder.
Y en lo político ¿cuál es su mirada de Bolivia?
La incorporación de una amplia base social al MAS no habla de que estás construyendo una sociedad plural en términos políticos, sino que estás construyendo un proyecto donde toda la política se hace al interior del partido, toda la política la hegemoniza el partido, eso también pasa con el proyecto del PSUV en Venezuela, y es el modelo cubano. El MAS ha tratado de hacer de su partido la escena política completa, es decir, que nada puede existir por fuera del MAS. Entonces, las disputas son internas, entre los alvaristas y los choquehuanquistas. Las facciones del partido están disputándose como si fueran partidos dentro de una escena nacional. Ese proceso hegemónico que puede ser exitoso para ellos, en realidad empobrece a la sociedad. Creo que a la izquierda más tradicional le ha faltado un componente democrático, o sea, reconocer que la pluralidad es un valor y que no es un valor burgués, que la democracia no es burguesa, que la democracia tiene que ver con la incorporación de sujetos diversos a la arena política, donde no se aniquila al enemigo, no se lo persigue. Lo que se tiene que hacer es negociar con él, discutir, aunque sea un enemigo político. Cuando tratan de desaparecerlo, como no hay oposición, lo que hay es una serie de disputas al interior del propio partido. Entonces, tú decides si te peleas con el partido de en frente o si toda la pelea la incorporas dentro de tu partido.
¿Esta descripción de que todo dentro del partido, nada fuera de él, es lo que está llevando a la debacle de estos procesos populistas en la región?
Sí, esa es mi interpretación. Hay una idea de que perder una elección es perder todo. Si el MAS pierde la elección en Bolivia, en una democracia sana, no debería pasar nada, podría volver a ir a elecciones.
¿No deberían entonces tenerle miedo a la alternancia?
Tenerle miedo a la alternancia es profundizar la crisis de un partido, eso los hace menos competitivos. Ni siquiera estamos hablando de un partido distinto, estamos hablando que ni siquiera hay un liderazgo diferente en el propio partido, yo creo que eso ha sido una debilidad absoluta y que te genera muchísimos problemas.
¿Cuáles cree que son las salidas a las tensiones políticas actuales en Bolivia?
Veo con preocupación lo que ocurre. Me parece una pobreza absoluta no tener otra candidatura que no sea la de Evo Morales, de no tener capacidad de construir un nuevo liderazgo. Esto no te habla de una fortaleza sino de una gran, gran debilidad para procesar la diferencia y para constituirte en un partido de verdad. (El MAS) no es un partido de verdad, tienes un liderazgo común como si fuera el partido, Evo es mucho más que el MAS. Si estás en la necesidad de hacer todo para la reelección quiere decir que has perdido 12 años para construir algo que vaya más allá que la persona. La oposición también me preocupa pensando en el caso venezolano. Yo creo que la radicalización de la oposición beneficia al propio MAS, los partidos hegemónicos se benefician de la polarización, de la construcción de un enemigo muy claro. Entonces, creo que es importante reconocerle al MAS y al gobierno de Evo Morales lo que la oposición venezolana nunca le quiso reconocer a Chávez, lo que me parece que fue un error. Nunca quiso reconocer la oposición venezolana que el proyecto chavista había sido un proyecto de incorporación de base popular muy amplio. Se habla de esos gobiernos como si no hubieran hecho absolutamente nada. Si no hay una oposición inteligente y madura, capaz de reconocer que el MAS también tiene una base de apoyo importante porque ha logrado incorporar a sectores que nunca habían sido incorporados, si va a decir que todo lo que ha pasado con el MAS es malo, me parece que se va a esa polarización.
Hay un dilema de la oposición: participar o no participar en las elecciones. ¿Qué aconsejaría?
Yo esperaría primero que Evo Morales no vaya a la elección. Me parece bien que el movimiento social presione porque no se dé la reelección, pero si él es admitido, la oposición tiene que ir. Eso ya pasó en Venezuela, en política cualquier espacio que se deja vacío, se llena. A mí me encantaría ver a un líder del MAS, del propio MAS, con capacidad de ganar elecciones que no sea Evo Morales, y también me gustaría ver a un líder de oposición capaz de dialogar con los avances que ha tenido el MAS. Eso significaría que hemos cambiado el eje de la política, que estamos entre el centro y la izquierda, y que la derecha más conservadora y racista tiene una posición marginal.
¿López Obrador y Evo han tenido algún contacto?
No. Andrés Manuel casi que no viaja y nunca se ha encontrado con Evo y no creo que lo haga pronto. Y no me imagino que Andrés Manuel busque una reunión con los líderes de la izquierda del Cono Sur. Andrés Manuel está haciendo un viraje en el sentido de que no son los norteamericanos que nos van a decir cómo vamos a hacer las cosas, pero tampoco va a ser la izquierda latinoamericana.