Medio: Ahora el Pueblo
Fecha de la publicación: domingo 16 de septiembre de 2018
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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Hoy existe una clara diferencia entre plataformas ciudadanas del 21F y los partidos políticos. La Ley de Organizaciones Políticas les pateó el tablero y no les queda otra que definir a sus actores o ser detractores de la democracia.
La democracia, como sistema político, tiene sus reglas, y aquellos que se dicen sus defensores no pueden hacer otra cosa que guardar un prudente silencio o vociferar su frustración y a los gritos pedir no a las elecciones, el acto culminante de un proceso democrático.
Existe pues una situación que ha ubicado a los supuestos defensores de la democracia en abstracto, contra ellos mismos, porque tienen que demostrar su aceptación de reglas mínimas que norman la vida democrática, de lo contrario quedará al descubierto su impostura.
Una a una, las mentiras de las llamadas plataformas ciudadanas han quedado en evidencia, por ejemplo, cuando juraban y perjuraban que su movimiento era apolítico y no tenía nada que ver con el poder, pero hoy reclaman que “no tienen tiempo para transformarse en opción política”.
¿En qué quedamos? ¿Les interesa el poder político o no? Por supuesto que sí, nadie forma parte de una estrategia desestabilizadora si no tiene su propio proyecto político y, como sabemos, lo que realmente buscan las llamadas plataformas es el retorno a la época neoliberal como política de Estado. Un neoliberalismo que ya no puede ser alternativa, aunque tenga la fuerza de la violencia; Argentina es el mejor ejemplo.
Por supuesto que las plataformas ciudadanas, aunque disminuidas, no dejarán las calles ni sus violentas acciones de ‘pulgas’, que ciertamente son molestosas, pero no tienen mayor peligro que un molesto escozor pasajero, y la realidad nos está indicando que son cada vez más pasajeras.
El panorama político electoral se va definiendo: una derecha que busca afanosamente un candidato, un detenido por corrupción en Cochabamba queriendo ponerse en vitrina y varios políticos rosados tragándose sapos, como lo aconsejara su maestro Wálter Guevara Arce, para aceptar el retorno del hijo pródigo.
Los potenciales candidatos presidenciables que no ‘miden’ en las encuestas no tienen más que resignarse a un rol de ‘segundones’, otros seguirán el camino que la justicia les defina. Esperemos que muchas declaraciones altisonantes y llenas de odio se terminen, que retornen las diferencias políticas, que retorne el debate de ideas y no de odios e insultos; en resumen, que retorne la práctica democrática especialmente a los sectores opositores.
La pedagogía política que propone la Ley de Organizaciones Políticas es un buen comienzo, pues los partidos políticos se convertirán en verdaderas escuelas de ciudadanía política. Quienes asuman plenamente ese rol seguramente cosecharán los frutos de una militancia comprometida y defensora de ideas y no, como ahora se muestran, en conglomerados racistas que exudan odios y frustraciones.