Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 14 de septiembre de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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La última encuesta realizada por la empresa IPSOS y presentada el 22 de agosto por un medio de comunicación audiovisual mostró que el expresidente Carlos Mesa, en el caso que “las elecciones fueran el domingo”, obtendría un significativo 25% contra un 27% del posible candidato ilegal. El 3% de margen de error de la encuesta revelaba que, ya en esa fecha, existía un “empate técnico”. Por otro lado, están otras encuestas internas de distintas organizaciones políticas que a estas alturas muestran a Mesa como ganador absoluto en primera vuelta.
En esa medida, la tendencia es positiva para el exmandatario y de caída inminente para el probable candidato que no puede serlo. Seguramente, dentro del gobierno en general y del Movimiento Al Socialismo (MAS), en particular, ya están analizando esta situación y probablemente por eso se nota cierto nerviosismo, traducido en este último tiempo por renuncias de autoridades, declaraciones públicas apresuradas, aceleración de la Ley de Organizaciones Políticas, rumores de pugnas internas, entre otros.
Llama la atención que las autoridades del MAS, con este panorama tan poco prometedor, hayan asegurado públicamente todas las condiciones necesarias para que Mesa pueda ser candidato a la Presidencia. Dijeron que el juicio de responsabilidades por el caso “Quiborax” no se realizaría en la actual legislatura, ya que había una mora procesal que debía atenderse. Por otra parte, aclararon en más de un medio de comunicación que no era necesario que Mesa fuera militante de un partido político para poder participar en las elecciones nacionales y que se había mal interpretado el, en ese entonces, proyecto de Ley de Organizaciones Políticas.
Sólo con esos antecedentes, uno se pregunta, ¿por qué le pavimentan el camino al único candidato de la oposición que les puede dar una paliza en primera vuelta? A continuación, un par de escenarios que podrían estar en la cabeza de los políticos oficialistas para salirse con su gusto y quedarse en el poder utilizando al mejor candidato de la oposición.
El primero tiene que ver con dejar que Mesa se inscriba para las primarias como posible candidato de algún partido político. Una vez en campaña para encarar las primarias, inhabilitarlo. Segundo escenario parecido, resignar que Mesa sea elegido por el partido o alianza que lo apoye para participar en las elecciones nacionales. Una vez en campaña para las elecciones nacionales, inhabilitarlo.
De suceder una de estas dos opciones, el MAS quedaría prácticamente solo o bien compitiendo con fuerzas políticas más débiles que le asegurarían nuevamente dos tercios en la Asamblea y gobernar por cinco años adicionales, haciendo, como hasta ahora, lo que le plazca. Seguramente hay otras cartas bajo la manga de sus estrategas que se encuentran esperando la posibilidad o no de la candidatura del expresidente.
En términos reales, no existe forma posible en la que el MAS acepte el riesgo de competir con una candidatura como la de Carlos Mesa, sabiendo que existen grandes probabilidades que sean derrotados por amplia mayoría o mínimamente les quiten los dos tercios que les otorgó hasta ahora un poder absoluto.
A partir de estos dos ejemplos de escenarios descritos, la oposición (partidos políticos, agrupaciones ciudadanas, colectivos, plataformas, entre otros) debe estar alerta para que cualquier tipo de acción que signifique que Morales se eternice en el poder no se produzca.
No cabe duda que el MAS, forzando la aprobación de la Ley de Organizaciones Políticas y, por lo tanto, adelantando las primarias, ha terminado de poner en tela de juicio su credibilidad y la posibilidad de que puedan encarar elecciones nacionales de manera limpia, participativa y democrática.
Jorge Dulon Fernández es administrador público y cientista político.