Medio: El País
Fecha de la publicación: jueves 13 de septiembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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El Movimiento Al Socialismo (MAS) ha mostrado desde su alumbramiento, una habilidad especial para manejar los tiempos políticos a su favor. La misma que para mezclar los asuntos de Estado con los de partido. Siempre lo ha hecho con maestría, no es vano, ha logrado tres mayorías absolutas al hilo, las dos últimas con dos tercios en el parlamento, por lo que no habría una razón para poner en duda ese extremo.
Sin embargo, la mera existencia del referéndum del 21 de febrero de 2016, hasta ahora el más clamoroso error de estrategia del oficialismo, empieza a generar dudas en el partido de Morales en cada decisión que se toma. Un partido que hasta esa fecha era vertical, ha empezado a tener ruido de fondo. Es verdad que algunos de los actores clave en aquella fatídica decisión, como Hugo Moldiz o Amanda Dávila, han sido retirados de la primera línea, pero queda por ver si aquello fue un asunto pasajero o la situación se ha convertido en endémica.
Las dudas entran, primero, por el plazo dado a la oposición para armarse. Es verdad que con las primarias van a precipitar la elección del candidato, pero después van a tener nueve meses para armar su propio programa y su campaña mientras el Gobierno va a tener que gobernar, con lo difícil que puede llegar a ser eso en coyunturas adversas. El MAS llegó al poder en 2005 tras una larga carrera de fondo, pero después se ha especializado en los sprint. La de 2019 será una campaña atípica por muchas cuestiones, por ejemplo, su extensión.La principal piedra de toque serán las elecciones primarias de enero, sobre las que después de haber aplicado el rodillo parlamentario para aplicarlas con celeridad, con el evidente objetivo de anticipar las decisiones de la oposición y por tanto, precipitar sus incoherencias; luego de la aprobación han empezado a sufrir los terrores nocturnos que aparecen luego de las decisiones trascendentales, más conocidas como dudas.
Las dudas entran también por la fallida teoría de reforzar al candidato del MAS mediante una elección primaria inédita. Las primarias van a ser cerradas, es decir, solo votan militantes, y militantes, como mucho, habrá un millón en las filas del Movimiento Al Socialismo. Por donde se mire, serán siempre menos que los tres que votaron no en el referéndum del 21F, y peor se pondrá si hay o si no hay rival interno. ¿Una elección contra nadie? ¿Quién cantará victoria así?
Dudas entran también con las fechas adelantadas de la resolución del juicio en La Haya. Al referéndum del 21F se llegó montado en una ola: la de la propia aceptación de la demanda, que lo convertía de facto en un asunto pendiente de interés internacional, e igual se perdió.
El fallo llegará finalmente el 1 de octubre, más o menos sobre lo previsto, aunque la mayoría de los que siguen la CIJ también preveían que se alargaría hasta mediados del próximo año. Faltarán entonces 12 meses para elecciones. Tiempo suficiente, tal vez, para digerir un fallo negativo, pero también uno positivo, que, además, obliga a una negociación para la que no pocos promoverán un cambio de actores.
El tiempo será factor determinante en los acontecimientos próximos, para los que, en cualquier caso, resultaría más razonable separar muy claramente los asuntos del Estado de los de partido, para que siempre gane Bolivia.