Medio: El Día
Fecha de la publicación: sábado 08 de septiembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Vale decir que cuando cocinamos como lo hacen en Cuba, Venezuela, Nicaragua, aplicando la receta populista de estatismo, despilfarro, peguismo estatal y nos llenamos de subsidios que funcionan de épocas de bonanza de las materias primas, estaremos bien por un tiempo; pero cuando se acaba la plata y llega la época de las vacas flacas, que es cuando a los populistas los sacan del poder, hace falta que alguien trabaje y tome medidas duras e impopulares para arreglar el desastre que produjeron los populistas con su receta.
Como esta tarea de componer, de arreglar, es complicada, cuesta y afecta a todos, empieza el problema, porque los adictos al régimen no quieren perder sus pegas y ventajas y piden que vuelvan los demagogos.
Podemos ver en Argentina lo que se nos viene, pero no será antes de sufrir las dramáticas fases venezolana y nicaragüense; de miseria y matanzas que ya se avizora.
Esto de la receta y la patasca es cierto, aunque con variantes que tienen que ver con las características de cada economía nacional, su entorno geográfico y particularmente con los hábitos y características de su población. Una nota especial de la economía boliviana la dan los miles y miles de obsesivos, habilidosos y sacrificados campesinos, micro empresarios y contrabandistas, que se financian con los recursos del circuito de la coca cocaína y que abastecen de alimentos y bienes de uso diario a toda la población.
La economía boliviana es en un setenta por ciento informal y los miles de cuentapropistas se ganan la vida haciendo todo tipo de trabajos: servicios variados, pequeña agricultura, artesanías, comercio, contrabando, producción cocalera; esto más el aporte del narcotráfico, hacen que no se sienta en el corto plazo los efectos de la crisis populista de la misma manera que se lo sufre en Cuba, Venezuela y Nicaragua, que no tienen disponible una fuente alternativa de dólares a la oficial como en la Bolivia cocalera.
Una gran parte de la población quisiera trabajar formalmente pero no puede hacerlo por las miles de regulaciones e impuestos del Estado, imposibles de cumplir, por lo que el pueblo para subsistir se refugia en la informalidad que es una economía de subsistencia, una economía popular que aunque no aporta al Estado tampoco recibe nada de él y solo le pide que se aleje y les permita subsistir, pues lo único que ven de parte de la burocracia estatal son los cientos de trámites para multiplicar los pesos que éstos se meten al bolsillo.
En todo caso es importante diferenciar este tipo de economía informal, de la economía ilegal y delincuencial que afecta la vida, la salud y la propiedad de los demás y que de alguna manera es socia favorecida por los regímenes populistas.
Como una exigencia para enfrentar la debacle y el proceso destructivo que se produce en los regímenes populistas y castrochavista y que continuara con nosotros; es asumir la tarea de diseñar la forma en que haremos la transición del populismo hacia una economía moderna, formal y productiva. Esto tiene que hacerse teniendo en cuenta las particulares características del país y de su población; se requieren de soluciones propias y creativas, pero siempre usando y canalizando esa fortaleza de la economía popular y trabajando en la capacitación de la población a los desafíos tecnológicos y climáticos que se avecinan.
El cambio de modelo económico, el que necesariamente debe ser de shock, tendrá que darse después de que sobrevenga el desastre, como el que vivimos durante la época de la UDP con esa inflación que llego al veinte mil por ciento anual y que tenía desesperada a la población. Por suerte en esa época el Dr. Siles actuó sensatamente y sabiendo que él no podía manejar el desastre, renunció y dio paso para que se elija a un Estadista, el Dr. Paz que tomo medidas drásticas y de shock: cambio real y flexible de la moneda, liberalización del mercado, libertad de precios y un arancel único de importaciones; modificación del régimen impositivo que de más de trescientos impuestos se redujeron a siete y se dio un fuerte fomento a las exportaciones; con todo esto se dio seguridad jurídica lo que permitió que la economía y la producción se estabilice. Fue duro y doloroso como una operación quirúrgica, pero funcionó.
Actualmente y a nivel mundial estamos ingresando a un cambio de paradigma, por una parte el cambio climático de lluvias, sequías y temperaturas extremas y cambiantes que modificará nuestra forma de vivir y de convivir armónicamente con el ecosistema y que nos obliga a aprender nuevas maneras de producir en la agricultura y también: qué, cuándo, cómo y dónde producir y con semillas adaptadas al nuevo régimen climático.
Asimismo, con las nuevas tecnologías se están diseñando en el mundo formas novedosas de producir bienes y servicios, por lo que debemos dar énfasis a la educación innovadora tecnológica y dentro de esta a la biotecnología, la electrónica y también asignar un nuevo rol al Estado, cual es garantizar la convivencia pacífica y próspera de todos los ciudadanos y no el de exaccionar a la población como lo hace ahora con la elaboración y uso abusivo de leyes e impuestos para consolidar su poder y atacar a sus oponentes.
Para esto hace falta una gran campaña de educación y concientización sobre lo que es una sociedad viable y esto es trabajo especialmente de aquellos que tienen un futuro por delante; los jóvenes, los colectivos y plataformas ciudadanas, activistas sociales y los grupos de opinión que necesitan ponerse de acuerdo sobre un Frente Democrático de Unidad Nacional y un grupo de Gerentes capaces de administrar de forma eficiente el aparato del Estado.
Así nomás había sido y será, si es que queremos ingresar al mundo de la modernidad y el desarrollo sostenible; entre tanto estamos mal pero nos dicen que vamos bien.