Medio: El País
Fecha de la publicación: miércoles 05 de septiembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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No es muy afecto el presidente Evo Morales a hacer cambios en medio de su gestión, menos cuando se trata de una cartera especialmente relevante. Sin embargo, la deriva hacia la intrascendencia internacional hacia la que inexorablemente conducía el Ministerio de Asuntos Exteriores ha exigido un cambio urgente.
Diego Pary asume como Canciller en reemplazo del voluntarioso Fernando Huanacuni, al que le ha venido grande el cargo. Algunas lenguas señalan que Pary ya debió asumir en enero de 2015, en reemplazo de David Choquehuanca, pero que no pudo llegar por los problemas del invierno en Estados Unidos. Huanacuni ha hecho las veces de Canciller de transición, pero el cambio representa algo más que un cambio de un Canciller aymara a uno quechua, como argumentó el presidente Morales, dejando claro que esa cartera sigue siendo espacio simbólico para mostrar el país al mundo.
El problema es que el mundo está mutando de enfoque por el impulso de muchas fuerzas progresistas internacionales sostenida durante décadas, por el buen hacer de algunas potencias que han abierto brecha multipolar, y por algunas experiencias que han erosionado la centralidad de las potencias del norte, y en ese contexto, Bolivia, ha desaparecido.En general, Evo Morales es su propio Canciller y otros cuantos miembros de la mesa chica de Evo han asumido roles protagónicos en el plano internacional. García Linera es habitual en los círculos intelectuales contestatarios; Juan Ramón Quintana se eligió embajador en Cuba para descansar y mantener algunos hilos en sus manos; Héctor Arce, al fin, disfruta en el Ministerio de Justicia del roce internacional que le da la demanda marítima en La Haya. Hasta el Ministro de Hidrocarburos Luis Alberto Sánchez se ha especializado en viajar por todo el mundo con agenda propia para ofertar los campos tarijeños.
Pary no es nuevo en estas lides, pues ha representado al país en la OEA y por tanto, ha hecho carrera en el submundo de Washington DC, donde algo algo de política se hace, aún sin bomba atómica.
El gran fracaso de Huanacuni y que Pary deberá enmendar es el de la Unasur. Bolivia no ha hecho nada ante la espantada de seis naciones (Argentina, Colombia, Chile, Perú, Brasil y Paraguay) ni bien Morales asumió la presidencia pro témpore, lo que supuso un sonoro bofetón diplomático pero sobre todo, un retroceso de décadas en el proyecto de integración política de Sudamérica, siempre tan títere de intereses ajenos. Recomponer el ente es algo que no se puede dejar pasar, al menos intentarlo.
Pary viene de la OEA, de las antípodas de Unasur en cuanto a concepción política, y sin Unasur, sabe que será en OEA donde deba librar las más duras batallas si la oposición consigue internacionalizar el reclamo del 21F y lograr veredictos y pronunciamientos en contra de la intención de Morales de volver a presentarse a la elección en octubre de 2019 pese al criterio contrario expresado en referéndum. Es cierto que la batalla en el tablero internacional es meramente política, que no hay potencia dispuesta a invadir otra en este lado del mundo, pero el daño interno que genera se convierte en irreparable. Venezuela es solo uno de los ejemplos. Libia es otro.
Si logramos abstraer las relaciones internacionales de la política interna, Bolivia tiene todavía muchas cosas que decir en el contexto de la integración regional y de la construcción de un mundo multipolar. Pero claro, eso parece complicado a la fecha de hoy. Confiamos en que Pary sepa servir al país y no solo al partido.