Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: martes 04 de septiembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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“¿Qué puede haber más hermoso que una república gobernada por la verdad? Cuando el que manda a los otros no es esclavo de ninguna pasión; cuando él cumple todas las normas que da e impone a los ciudadanos; ni impone leyes al pueblo que él no cumpla el primero y presenta su vida como ley a sus conciudadanos.”
– Cicerón, De Re Publica
El abuso político del MAS y la reacción tardía del resto de la sociedad definen dos tipos de democracia en el actual “proceso de cambio”. La democracia comunitaria masista, propiedad de los “movimientos sociales”; y la institucional, fruto de la resistencia ciudadana de cada día.
La primera, una forma fascista, recurre a la permanente exaltación de supuestos valores inalienables para mantener movilizadas a sus masas: la “patria” defendida/construida, Evo dixit, por guerrilleros cubanos, y/o la superioridad (victimización) de la raza “india”. Su estrategia, primitiva pero eficaz, se reduce a perpetuar por cualquier vía el poder del caudillo. Claro, cómo no va a ser así si el Jefazo —bendición de la Pachamama (Dios) según yatiris cocaineros (y cantantes tránsfugas)— regala, dilapidando la plata de todos, bonos, canchas, doble aguinaldos y mentiras que miman al pueblo–pelota como algunos insufribles periodistas deportivos porteños. Por eso, igual que los fascistas, sus copiones originarios consideran que la democracia liberal es obsoleta y la alternancia en el poder —¡qué originales!— “un invento del imperialismo”.
Los movimientos sociales, garantes y usufructuarios de esta distorsión democrática no tienen una visión de país porque no les interesa Bolivia: sólo el “derecho humano” del gran hermano a ser reelegido indefinidamente para que les siga dando (poco) pan y (mucho) futbol a rodillazos. Su programa, ¿han notado su profundidad?, es “Evo 2025”. La “patria”, para ellos, se limita a una narración manipulable (y derrotista) en base a un irredentismo territorial (salida al mar) que hasta la fecha sólo ha producido la libertad de un contrabandista condecorado como “mártir de la reivindicación marítima”: debilidades.
La fortaleza del régimen proviene del caudillo. No hay voz ni ideología superior a su voluntad que confunde tontería con sabiduría, mendacidad con verdad y corrupción con redistribución de recursos para hermanos necesitados o caras conocidas. Doctrina fascista: en el gobierno Morales–García los “movimientos sociales”, sin importar que la acción de muchos de sus dirigentes linden con lo delincuencial, son el Estado y el Estado es propiedad del Jefazo ¿hasta cuándo? Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?
La democracia institucional, defendida por la ciudadanía, no nace ni responde a intereses de partidos políticos. Al contrario, desconfía de éstos al estar organizada en plataformas y colectivos ciudadanos. Su fortaleza radica en la gente con ideales, tradiciones e instituciones de resistencia por la democracia. Son organizaciones diversas e inclusivas aunque sin liderazgo ni programa definido. Esta ambigüedad, debilidad según algunos, ofrece la oportunidad de ejercer y consolidar, entre retrocesos, avances y rupturas, una democracia transparente y vinculante para los que creen en el poder del voto para construir un estado de derecho. Su visión de patria es clara y responsable con un proyecto nacional: cumplir el mandato popular del 21F que bloquea la ambición de un individuo respetando la ley de leyes. Esta democracia institucional, pese a su organización fragmentaria, es la verdadera amenaza al desgobierno del MAS que teme, más que a una oposición partidista complaciente e ineficaz, a los ciudadanos que le dicen NO en las calles. La Ley de Organizaciones Políticas, por tanto, es un recurso para frenar esta marea ciudadana obligándola a diluirse en un caos político para celebrar unas “primarias” engañosas e inviables. La gente, sin embargo, debe recordar que la gran agenda democrática es la unidad para hacer cumplir el resultado del 21F ya que la verdadera democracia, más allá de la intermediación de organizaciones políticas, es la defensa y celebración del voto individual: una persona, un voto. Así derrotamos y derrotaremos al Jefazo. Cualquier otra variante “democrática” “sólo sabe Dios” —como cantaría el enorme Arturo “zambo” Cavero— “después de la misa”. Vale.
El autor es filósofo y economista