Medio: El Deber
Fecha de la publicación: martes 04 de septiembre de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
Dirección Web: Visitar Sitio Web
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El corto plazo está impidiendo mirar el mañana “para que deje de ser una tentación”, como se decía en la Nicaragua de las utopías.
La coyuntura no debe ganarnos la esperanza ni convertirse en miedo. Es demasiado lo que nos estamos jugando como para no tenerlo presente. Las consignas, las emociones y el basar la acción en el creer antes que en el pensar, pueden distorsionar los objetivos y solo nos queda darles batalla.
La democracia, al convertirse en bien público, ha dejado de ser preocupación para una porción de la población que se ha curado de la vida política activa sin haber participado de ella. Las generaciones que nos formamos después de las décadas de los años 60 hasta octubre del año 1982 en el que se restableció el Estado de derecho, no han tenido una relación de preocupación y lucha para lograr las condiciones que se necesitan para una vida en sociedad, pacífica y respetuosa. El aparato administrador de la violencia legal, ha actuado hasta ahora de manera selectiva sobre personas y grupos seleccionados, que no da la sensación de que se estuvieran violando las condiciones básicas de justicia y libertad. Sin embargo y mirando el conjunto, resulta muy difícil sostener que no es así.
La división de poderes y el cumplimiento de los pactos sociales que permiten la paz colectiva, están siendo puestos a prueba frente al intento de repostulación del presidente Morales, que “no será impedido por un apego abstracto a la norma”, como lo dijera el vicepresidente García Linera. La frase resulta siendo profundamente violentadora de la democracia y que si fuera trasladada a la voz de cualquier opositor, podría ser calificada de subversiva por el poder. Sin embargo, no ha sido analizada en ese contexto y pareciera haber pasado desapercibida.
Simultáneamente, se están produciendo procesos de ejercicio cívico que resultan altamente auspiciosos para lograr las condiciones que necesita Bolivia para desarrollarse en democracia. La posibilidad de acceder a la información de manera directa, sin intermediarios, sin filtros, a veces con entusiasmos desbordantes, está logrando demostrar que los ojos ciudadanos llegan más allá de los discursos distractivos. Y ya no le resulta al poder tan fácil ser creído solamente porque tiene la autoridad.
La vida en ciudad, en contigüidad, en cercanía humana, establece vínculos muy fuertes entre quienes tienen la necesidad de convivir bajo condiciones de libertad y transparencia. Las posibilidades de manipular conductas tienen que superar la prueba de la información y las redes sociales y las plataformas están demostrando una capacidad de movilización que incomoda al poder, y que no sabe cómo liberarse de ellas. En realidad, el modo sería muy simple, pues bastaría que cumpliera la Constitución y el Referéndum del 21-F para que se restablezca un escenario de racionalidad. El no hacerlo, pone a prueba una vez más la capacidad de movilización y reacción de una ciudadanía urbana, informada y activa.
Las ciudades resilientes, como se conoce a los espacios con población de ciudadanos conscientes, suman a la información otras cualidades, como el fortalecimiento de redes de solidaridad, conciencia ambiental, demanda de ocio productivo, cohesión social, conductas que facilitan los procesos de empoderamiento. La Bolivia urbana que se equilibra con la rural, es la mejor garantía de fortalecimiento democrático. En América Latina hoy se escucha la frase, “hay que escuchar a las ciudades”.