Medio: El Deber
Fecha de la publicación: martes 27 de mayo de 2025
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Se ha repetido hasta la saciedad que las elecciones generales previstas para agosto de 2025 marcarán sobremanera el presente y futuro de Bolivia. Insistir en ello, puede ser una obviedad; pero, no por ello, debemos pasarlo por alto. Durante el fin de semana se han evidenciado las dos caras de una Bolivia que agoniza en medio de una crisis económica imparable y que se agudizará si no se toman medidas reales para enderezar el rumbo.
Por un lado, están quienes apuntalan la salida política y están dispuestos a ‘dar batalla en las calles’ para imponer su visión. Los discursos sostenidos tanto por Evo Morales, y sus afines, como por Andrónico Rodríguez, y sus seguidores, afianzan esta vía de solución. Ambas facciones anuncian marchas y movilizaciones en contra del Tribunal Supremo Electoral como una forma de presión para que sean incluidos como candidatos a la presidencia del Estado. A falta de argumentos legales, cimentan su postura en la amenaza y el amedrentamiento permanente.
En sus discursos recurren de manera sistemática a la dialéctica de la confrontación. Hablan de batallas, de luchas, de confrontación. Y convocan a sus ‘escuadrones de base’ a convulsionar el país. Advierten con procesos, juicios y cárcel tanto a los miembros del TSE como a otros actores políticos que cuestionan sus métodos de entender la política.
Para estos sectores de la izquierda totalitaria, la consigna es ‘todo o nada’ y están dispuestos a reventar el país para conseguir su objetivo de alcanzar el poder a como dé lugar.
La segunda vía para superar la crisis económica y social que atraviesa Bolivia afianza sus propuestas en los cambios estructurales y la corrección al rumbo político- económico emprendido hace 20 años.
Aquí se habla abiertamente de planes y estrategias, de consensos y acuerdos, de búsqueda colaborativa a la compleja situación que atraviesa el país. Dicho de otro modo, la preocupación que sienten por la crisis integral que azota a los bolivianos les empuja a tejer soluciones desde la inclusión y la colaboración de actores políticos, sociales y económicos.
Haciendo una comparación con la vía anteriormente mencionada, se pasa del ‘todo o nada’ al ‘todos o nadie’, como una metáfora de la importancia de construir políticas sin exclusión.
Lástima que la búsqueda de este camino de salvación se haya propiciado desde la lejanía que unas aulas en Boston, en una burbuja de pensamiento completamente aislada del día a día que atenaza a los millones de bolivianos que padecen la consecuencia de la escasez de combustible, la falta de dólares o el aumento de los insumos básicos para el bienestar de las familias. El costo electoral que puede acarrear esta supeditación a lo exterior se conocerá las próximas semanas.
Resta menos de tres meses para las elecciones generales. Muy poco tiempo para que políticos tradicionales, renovadores, emergentes o revolucionarios conecten con los votantes. Éstos, los ciudadanos de a pie, apenas confían en sus promesas, disfrazadas de elocuentes eslóganes de campaña. Exigen soluciones prácticas que mitiguen de manera inmediata las filas en surtidores o el desabastecimiento en mercados. Ganarse la confianza de los votantes ya no pasa por vislumbrar una Bolivia de ensueños, sino de resolver las urgentes necesidades de la familia en su lucha diaria por la supervivencia. ¿Quién logrará convencer al votante?