Medio: La Razón
Fecha de la publicación: miércoles 21 de mayo de 2025
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Terminado el registro de candidatos en una escabrosa jornada, más dudas que respuestas han causado en el país del trajín a última hora, la improvisación y la desesperación de algunos cuadros políticos, muchos partidos y tantas alianzas electorales.
¿Hubo una circunstancia como ésta en el pasado reciente? No encontramos, aunque las disputas, el tránsito de una tienda a otra o los trámites al filo del plazo son conocidos.
Así fue, no es que, ahora, las redes sociales hayan visibilizado más esas miserias de antes. Es que todo está destrozado; no hay alianza, partido o candidato serio. No es que antes fue mejor, pero ahora las cosas rayan en la vergüenza.
Está por de más decir que el Movimiento Al Socialismo (MAS) terminó bifurcado entre el arcismo y el evismo, y el evismo, escindido en el androniquismo. Ya es muy conocido el fracaso del Bloque de Unidad en su afán de darle sentido a su nombre. Como también la reaparición/aparición de taxipartidos que, como en feria, pusieron a disposición de su frágil estructura al mejor postor, no importa quiénes ni cómo.
Como analizó La Razón en su reportaje del domingo reciente, el principal déficit de la democracia es la vigencia orgánica de las organizaciones políticas, que incluso ponen en riesgo el sistema.
Con tantos años vigentes, incluso algunos históricos, los partidos políticos no han sido capaces de sobrevivir a los cambios estructurales en el país y se han anclado, no en el pasado, sino en la negligencia: no tienen vida activa, no generan debate, no promueven cuadros políticos y no proponen una visión de país propia.
Lo peor, no cumplen con las normas electorales ni sus propios reglamentos, zafan la democracia interna y caen en faltas a la ética y los principios.
Si todo eso fue posible para las organizaciones políticas, ¿qué hizo el Órgano Electoral?
Le corresponde la responsabilidad a dicho órgano del Estado, que no fiscaliza las acciones de las organizaciones políticas ni exige que cumplan con las normas, menos promueve su democracia interna. ¿Cómo se entiende que tuvo que ampliar siete veces el plazo para la renovación de sus directivas o la actualización de sus estatutos a través de sus formas de organización?
Los seis días del registro de candidatos han develado las graves deficiencias del sistema de organizaciones políticas: listas improvisadas, candidatos que cruzaron a la vereda del frente sin vergüenza alguna, nombres que salieron de otras, acciones judiciales tramitadas en tiempo exprés, un hombre que quiso colapsar el sistema político, candidatos fusible, líos maritales, políticos que acaban de conocer a su compañero de fórmula, lloriqueos en televisión, estafa a militantes, legisladores aferrándose a cualquier organización, candidatos sin siglas, siglas sin candidatos…
¿Hubo una circunstancia así antes? Insisto.
Corresponde un análisis profundo sobre la situación del sistema de organizaciones políticas del país, cuya incidencia es la fragilidad de la democracia, la vulnerabilidad de la gobernabilidad y la debilidad de los partidos y alianzas.
Aquellas deberían ser sostenibles en el tiempo, que impulsen la generación o la renovación de cuadros políticos, que promuevan el debate interno y externo, y que planteen un proyecto país.
Hoy no vemos nada de eso. Son partidos, alianzas y candidatos improvisados, todos.
Si así desestructurados y en disputa evidente se muestran, qué garantías ofrecen para la conformación de su gobierno. No hay ninguna, son una decepción. Nos generan dudas y preocupación. El 17 de agosto quizás haya un ganador, o en la segunda vuelta. ¿Por quién vamos a votar?